jueves, 18 de febrero de 2021

LIBERTAD EN EL TRABAJO

 


Sylvia Pankhurst, ‘Cambiando la bobina en una fábrica de hilaturas de algodón de Glasgow’. Acuarela, Tate Collection.

 

El trabajo se debe diseñar para las personas y no las personas para el trabajo.

Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “El trabajo de calidad”, en El Triangle

 

Libertad en el trabajo no es un oxímoron. Muchos economistas tienden a considerar la fuerza de trabajo como un fondo abstracto y fungible de energía “bruta” (en los dos sentidos de la palabra) a disposición de la “inteligencia” de los emprendedores, los únicos que crearían “valor”.

Hay varios equívocos en esa consideración. El más aberrante lo expresó el ingeniero F.W. Taylor cuando sostuvo que el mejor trabajador es el que obedece las indicaciones sin pensar, y que un gorila amaestrado sería el obrero ideal en una fábrica moderna.

En la historia del mundo, la mutación fundamental se produjo cuando una especie zoológica determinada empezó, no a valerse de herramientas para mejorar su alimentación y su hábitat (esa inteligencia está al alcance de muchos animales), sino, atención, a fabricar herramientas con las que fabricar y perfeccionar infinitamente las herramientas que el medio natural no suministra.

Herramientas para fabricar herramientas. Ese es el quid, el principio motor de la tecnología. La historia del trabajo es la historia de la inteligencia, y también la historia de la ardua ascensión del género humano desde el reino de la necesidad al de la libertad.

Porque el trabajo nos hace libres. El trabajo, no el emprendimiento, está relacionado íntimamente con la inteligencia y con la capacidad para ser más libres. La tecnología es la historia del trabajo dirigido a ahorrar trabajo. El emprendimiento solo está relacionado con el aprovechamiento (privado, la mayor parte de las veces) de los frutos del trabajo social. Creer que los dueños de las patentes son los inteligentes, y en cambio las personas que trabajan en los laboratorios para poner a punto las vacunas son meramente fuerza de trabajo sustituible a voluntad del empleador, es tener una idea del mundo y del progreso bastante equivocada.

Lo anterior viene a cuento de un artículo de Pedro López Provencio ─un experto en la calidad del trabajo y en las formas de potenciarla─ en El Triangle, donde el autor señala con claridad cegadora los datos del problema, y aboga por unas condiciones de trabajo que promuevan la mayor eficacia del resultado y la satisfacción mayor de los implicados. Dos conceptos que parecen antagónicos, pero que de hecho son inseparables.

Es puro Marx, como ha señalado un comentario, pero es Marx aggiornado. El Barbudo no llegó a conocer el fordismo, el toyotismo y la “organización científica” del trabajo. Y no vivió la situación en la que los algoritmos sustituyeron al capataz en el control de las tareas, y en que las exigencias a los trabajadores asalariados se multiplicaron desde la toma de posición previa de que el trabajo humano no es más que mercancía indiferenciada, de usar y tirar.

Este es el link del artículo aludido: https://www.eltriangle.eu/es/2021/02/17/el-trabajo-de-calidad/?fbclid=IwAR1dmBUdByr5n86kyK8-c9b3a73a49XMJzDp6BrFPfzA24FHegM7GDaPvWI