viernes, 23 de abril de 2021

TODOS LOS DÍAS SON EL DÍA DEL LIBRO

 


Vista panorámica de la Biblioteca del Trinity College de Dublín.

 

No hay ninguna relación causal entre el paladín de Capadocia de un lado, de otro el libro como concepto (antes, durante y después de la vigencia histórica de la Galaxia de Gutenberg), y finalmente la rosa. Ocurre nada más que las tres líneas semánticas vinieron a coincidir muy tardíamente, después de largos vagabundeos, en un lugar y una sociedad determinados. Aquí están un año más, adaptadas a condiciones dificultosas, pero con mucha presencia de calle (demasiada quizás, a pesar de las precauciones institucionales; no nos venga un rebote de virus).

De hecho, puestos a descender al detalle, todos los días del año son días de libro, de algún libro. “Ni un día sin libro”, debería ser el eslogan. Para algunos será un misal, o un salterio; para otros, un tratado lógico filosófico, o un poemario; para otros aún, una aventura del Coyote, o el protocolo perdido de algún sabio de Sión.

Y lo mismo cabe decir de la rosa entre los enamorados; para ellos y ellas, todos son días de vino y rosas. “Ni una pareja de enamorados sin rosa que compartir”.

En cuanto a Sant Jordi, no tiene nada que ver en principio con el asunto. Era un advenedizo, un foráneo, a menos que el Institut d’Història descubra de pronto el hecho morrocotudo de que En Jordi de Ca l’Aranya nació en Caldetes, y la familia de la princesa a la que libró de las garras de un dragón colono venía de Picamoixons.

No obstante, todo ese conglomerado de realidades disparatadas viene a confluir en un día que, descontada su faceta sórdidamente comercial, tiene un aura mágica. Tal día como hoy murieron Cervantes y Shakespeare, aunque la coincidencia es solo numérica, porque los dos se regían por calendarios distintos. ¿Lo ven? Una distorsión más, un forzamiento de las coincidencias con el objetivo indisimulado de convertir una fecha cualquiera en una efeméride.

Sea. Alguien podrá acusarnos de que estamos sacando las cosas de quicio, pero eso es lo que todos hacemos siempre, con todo, continuamente.

Feliz lectura a todos, feliz amor a los afortunados de ambos sexos, feliz onomástica a los Jorges y las Georginas. Y no duden en aventurarse con osadía en laberintos esotéricos tapizados de volúmenes impresos: los saberes ocultos reposan en una biblioteca monacal, como dejó dicho Umberto Eco en aquel libro en el que reivindicó además el nombre de la rosa. O más sencillamente, la libertad es una librería, como nos recitó Joan Margarit.

 


Sant Jordi i el Drac, Paseo de Gracia, Barcelona (cortesía de Jordi Pedret Grenzner)