jueves, 15 de abril de 2021

LA LIBERTAD DE LA LIEBRE

 


Sostiene Ayuso que en la Comunidad de Madrid se va a librar el próximo día 4 la lucha final entre el comunismo y la libertad.

Por grandes palabras, que no quede. Sin embargo, no se trata de ninguna lucha, y menos aún final. Sin embargo, el comunismo no es alternativa en estas elecciones, y en prácticamente ninguna otra en la redondez del planeta, en las actuales circunstancias. Sin embargo, la libertad que predica el ayusismo unbound es, por decirlo de alguna manera, una libertad rara.

No voy a insistir en las dos primeras objeciones. Según dicen los amigos de la señora o señorita Ayuso, y lo tienen por dogma de fe, el comunismo ha sido derrotado a escala planetaria, ya y para siempre. Aquello ocurrió en tiempos de don Ronaldo Reagan, ¿recuerdan? Antes, el mundo era bipolar y tropecientas mil cabezas nucleares de misiles intercontinentales en racimo mantenían una estrategia de la tensión basada en la disuasión mutua, o dicho en latín (en el latín actual), la deterrence.

Dichas cabezas han sido en la actualidad desmanteladas por ambas partes contratantes, según se afirma en algunos mentideros, aunque nadie se arriesga a poner la mano en el fuego de que no se trate de un fake, y en realidad todas las armas atómicas sigan ocultas en sus silos subterráneos ubicados en lugares anónimos de una geografía borrosa, preparadas para ejercer la labor para la que fueron creadas, si alguien debidamente autorizado oprime el botón correspondiente.

Demos por bueno que no es así, y hoy en día no hay bipolaridad que valga, sino globalización. ¿A cuento de qué vendría entonces retroceder a los viejos tiempos para emprender una guerra de Troya que ya tuvo lugar? Y lo más absurdo de todo, ¿por qué en la Comunidad de Madrid, cuando los contendientes principales en los comicios son una señora o señorita bastante locatis, y un filósofo rancio de la línea estoica? Seamos sensatos.

Eso en cuanto al comunismo. Lo de la libertad tiene más miga.

La libertad que concibe Ayuso es la que deriva de la ausencia de reglas limitativas en una partida de caza. Cada cual es libre de disparar sobre las piezas que se pongan a tiro, cuantas veces quiera, mientras tenga munición. Libertad absoluta.

Del otro lado, la liebre tendría asimismo libertad completa para dirigirse en campo abierto hacia cualquier rincón de su preferencia, sin limitación alguna de la velocidad o los quiebros en carrera que sea capaz de desarrollar. Si nada más hay un cazador apostado, y tiene un arma de un alcance y una precisión mediocres, la liebre tendrá probabilidades sustanciales de ejercer su libertad durante bastante tiempo. Si por el contrario existe un círculo completo de cazadores bien equipados y organizados, el campo que se abre delante de la liebre será el mismo, pero sus probabilidades de recorrerlo sin percance se habrán reducido a, digamos, una milésima; tal vez una diezmilésima.

Ayuso defiende tanto la libertad de la liebre, como la del círculo de cazadores. Se opone con todas sus fuerzas a proteger a la liebre, y se opone también a limitar reglamentariamente las oportunidades de los cazadores de disparar contra ella. Defiende un fair play estricto: toda la libertad para todos, sin restricciones.

Alguien dirá que no hay paridad entre quien tiene una posibilidad contra diez mil de sobrevivir, y quien tiene en cambio diez mil posibilidades contra una de abatir a su presa. Pero es esa circunstancia, precisamente, la que reviste toda la fascinación del mundo para la glamurosa doctrina del ayusismo como variante del darwinismo social.