sábado, 3 de abril de 2021

EN MANI

 


Una calle de Areópolis.

 

 

Transcribo parcialmente una corta crónica para la familia de una excursión a Mani. Ocurrió en el verano de 2010. Las fotos son de cosecha propia.

 « La región de Mani ocupa el dedo central de los tres que la península del Peloponeso extiende hacia el sur. Gythio pertenece a Mani, pero al Mani oriental, sonriente y florido. Toda la parte occidental, en cambio, es árida, abrupta y severa. La capital regional es Areópolis, y aquí pasó lo contrario que con los espartanos. Los espartanos no edificaron monumentos duraderos porque no disponían de material abundante a mano. Se consolaron diciendo que sus valerosos pechos peludos eran la mejor muralla defensiva. Debió de ser cierto, pero para la posteridad es casi como si no hubieran existido; lo que encontramos en Esparta a nuestro paso son solo franquicias de Benetton, Zara y algún McDonald.

 » En cambio los maniáticos (¿os suena el nombre?, no tienen muy buena prensa) lo hacían todo de piedra, y su recuerdo perdura a través de la ruina y el olvido incluso cuando casi todos ellos se largaron a Atenas, Córcega, Chicago e incluso más lejos.

 » A lo largo de la historia Mani fue famosa por sus clanes, enzarzados en violentas peleas entre ellos. No vivían en casas, sino en fortalezas amuralladas con unas torres cuadradas características que les servían de último reducto. Es famosa la guerra de clanes que se desató en Mani por el robo de una cabra. ¡Una sola cabra!, dicen asombrados los griegos modernos, olvidando la que se armó cuando Paris robó a una sola mujer, Helena, al fin y al cabo mucho menos útil que una cabra en el contexto maniático.

 » En la época de la independencia griega, la ciudad de Areópolis era la sede del clan Mavromijalis (Miguel el Negro). El bey Petros Mavromijalis aceptó ir en representación de la región al Senado de Nauplio, pero allí chocó con el jefe de gobierno, Capodistria, que quería democratizar la administración. “El gobierno de Mani lo nombro yo”, dijo Petros. “De eso nada”, contestó (en griego) Capodistria. Petros montó una revuelta y Capodistria lo metió en la cárcel.  Entonces el hermano y el hijo de Petros hicieron el viaje a Nauplio desde Areópolis, esperaron a Capodistria a la puerta de la iglesia donde solía ir a misa y le descerrajaron dos tiros. El hermano fue muerto al instante por la escolta, el hijo se entregó después de andar huido varios días, y fue ahorcado. Desde entonces hasta la actualidad, las preferencias políticas de los maniáticos han oscilado entre la derecha pura y dura y la ultraderecha desaforada. No es que importe mucho porque la región, como queda dicho, se despobló casi por completo en los años del desarrollismo, cuando las cabras perdieron glamour e importancia estratégica.

 » Ha habido en los últimos años una corriente de restauración de iglesias y recuperación de casonas-fortalezas hecha con mucha sensibilidad, y resulta muy agradable pasear por las calles del núcleo antiguo.

 


Iglesia de Agios Sotirios, en Gardenitsa.


 » Desde Areópolis nos dirigimos al sur siguiendo el contorno del dedo de Mani, con el mar siempre a la vista. Paramos en Gardenitsa para ver la iglesia de Agios Sotirios, de los siglos XI-XII, con un ábside molón y un árbol de la vida cincelado en la jamba de la puerta del nártex; paramos después a hacerle una fotografía a la ciudad de Vathia, una ruina de aspecto fantasmal aunque empiezan a reconstruirse para su venta algunas casas con el señuelo de las vistas privilegiadas desde el núcleo urbano, y luego bajamos hasta Marmaris para bañarnos y almorzar. El dedo aún se alarga, muy afilado, hasta el faro de Ténaro, pero no hay carretera y no teníamos horas para la excursión a pie. De modo que emprendimos el regreso. »

 


Vathia, dominando la línea costera.