domingo, 18 de abril de 2021

VACUNAS PARA GOURMETS

 


Por mi parte, sigo sin ser convocado a la ceremonia de la vacunación, considerada imprescindible para acceder al cielo prometido de la post-pandemia. “Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos”, afirma un tópico conocido en relación con otro cielo. El único sucedáneo de que dispongo para contrarrestar ese ninguneo vergonzoso que se me hace en las prioridades o las preferencias, es la filosofía. De modo que me tomo la situación incómoda con grandes dosis de filosofía, ya que no dispongo por contra ni de la más mínima dosis de ninguna de las vacunas accesibles en el mercado, ni aun de las peor catalogadas.

No es broma lo del catálogo. Tamara Falcó ha declarado por la tele que, antes muerta, que vacunada con Zeneca. “Yo, si no es Pfizer, paso”, vino a decir. No hemos salido aún, ni se espera, de la sociedad de consumo estricta. Antes el oscuro objeto del deseo consistía en tener un coche mejor que el del vecino, un Audi era el caché de la distinción que nos adornaba, y un Opel Astra (Astra, por dios, solo falta el Zeneca), el signo nefasto de la mediocridad. Con las vacunas hemos pasado, en cambio, hasta hace poco por un estadio carencial preindustrial: anhelábamos una vacuna, la que fuera, y maldecíamos del porco governo porque no nos llegaba a casa ninguna, ni adquirida en internet y repartida a domicilio por un rider, un fallo escandaloso en pleno siglo XXI.

El panorama ha cambiado y ahora se presume de la vacuna más “in”, la más eficaz en sus porcentajes, la de mejor relación calidad-precio, etc. También se valora, en el territorio de la izquierda más consabida, la ideología de las vacunas, de modo que son mejores las cubanas o las rusas que las inglesas o alemanas. El patrioterismo rancio elegirá sin dudar, cuando esté operativa, una vacuna españolé, porque aquí somos diferentes y, por más que el virus que nos ataca sea el mismo para todos, nuestras defensas deben ir en consonancia a nuestra peculiar idiosincrasia.

Vamos hacia el mundo nuevo cargados con todos los vicios del pasado, ayudados por todos los tópicos manidos, pendientes de todas las recomendaciones publicitarias de los medios más mediáticos.

Seguimos creyéndonos exclusivos, cuando solo somos excluyentes.

Yo sigo esperando mi primera dosis.