martes, 20 de abril de 2021

GRIMAU

 


“Qué volen aquesta gent que truca de matinada?”

Maria del Mar BONET i Lluís SERRAHIMA

 

No veo en la prensa generalista de hoy ningún recuerdo a Julián Grimau, el organizador comunista que fue fusilado en la madrugada del 20 de abril de 1963 por orden expresa de Francisco Franco. Se le formó consejo de guerra cuando existía ya el TOP. Se le interrogó “hábilmente” en busca de pruebas de delitos horrendos que no se encontraron jamás, y en mitad de uno de esos interrogatorios en los que fue tratado de forma “exquisita” según el ministro Manuel Fraga, fue arrojado por una ventana a un patio interior. Fue una reacción “inexplicable” del reo, según el mismo Fraga, que se habría arrojado voluntariamente, cuando las personas que le custodiaban estaban distraídas. Sería aleccionador establecer un catálogo de las caídas accidentales por la ventana bajo el franquismo. Para defenestrarse, Grimau, que circulaba escoltado por un pasillo, hubo de zafarse de sus vigilantes, subirse a una silla con las manos esposadas, y saltar al vacío. Quedó con las dos muñecas rotas y lesiones en el cráneo. El pelotón de fusilamiento estuvo formado por soldados de reemplazo, porque la Guardia Civil declinó cumplir la orden de ejecución.

La crudeza de todo el episodio revela cuáles fueron las características de la dictadura religiosa y militar en este país. No es lo mismo leerlo en los libros, que haberlo vivido. Los especialistas discuten si aquello fue “fascismo” o “régimen autoritario”. Tiquismiquis de escuela. “Franco también hizo cosas buenas”, alegan algunos. Pero cuando llamaban a tu puerta de madrugada, “no” era el lechero.

La dictadura de Franco fue un odio africano, una represalia eterna, una negación obstinada de toda posibilidad de convivencia entre los llamados a prevalecer y los destinados a la desaparición, en cualquiera de sus variantes: desaparición discreta, para no alarmar a las potencias extranjeras y al Vaticano, o bien desaparición clamorosa, como en el caso de Grimau, porque los escarmientos no son eficaces si no se hacen de forma pública y con el debido ensañamiento.

Hoy la prensa generalista no recuerda la efemérides, y sin duda no lo hace porque estamos en campaña electoral y la memoria de la ignominia significaría herir la sensibilidad enfermiza de los herederos de los verdugos.

Conviene, sin embargo, que nosotros recordemos a Julián Grimau, que no lo olvidemos nunca, sobre todo porque los herederos de los verdugos están de nuevo en el escenario de la política, pidiéndonos nuestro voto con una sonrisa.