Ayios
Nikolaos, en Fountoukli, es una capilla bizantina de una construcción muy clásica,
de planta circular inscrita en un cuadrado y rematada por una modesta cúpula.
El elemento más característico de la iglesita es el campanario, una espadaña que
se alza como un delantal delante de la puerta abierta al camino. (Foto, Carles Rodríguez Martorell)
Fountoukli está situada en el centro mismo de la isla de
Rodas, en el macizo de Profitis Ilías, cuya altitud máxima es de 641 m sobre el
nivel del mar. El monte está cubierto de bosque mediterráneo, y es un refugio
de solaz y penumbra en unos meses de verano que resultan muy rigurosos para el
visitante.
Se trata de un lugar, ni siquiera una aldea. En algunos
mapas de la isla, no aparece. Sí consta en los mapas turísticos más detallados,
pero no se incluye en los tours en autocar para turistas de crucero, porque no
es tan fácil llegar y no hay tanto que ver.
Apenas una iglesita, dedicada a San Nicolás, con tres
puertas (frontal y dos laterales) abiertas al tambor central, y una espadaña
sencilla con una campana grande, aún en servicio, y huecos para dos más
pequeñas desmontadas ya hace mucho tiempo. Delante de la iglesia hay una gran fuente
de piedra con superficies encimeras de mármoles, de la que brota un agua deliciosa.
La vena del riquísimo acuífero atraviesa de lado a lado la cintura de la isla,
si atendemos a la siguiente disposición geográfica: hacia el norte, por la
carretera que desemboca en la costa junto a Soroní, pavimentada en fecha muy
reciente (cuando nacieron en Rodas nuestros nietos, años 2005 y 2007, varios
tramos estaban aún en construcción), se encuentra el lugar de Ayios Sulá,
centro espiritual de Rodas desde que el santo (algunos expertos consideran el
nombre de Sulá como deformación de Saulo, el apóstol, desembarcado o naufragado
en Lindos, que acometió la cristianización de los paganos politeístas del
lugar) curó, con el agua milagrosa de la surgencia que aflora allí, las llagas
de la piel quemada de los marineros, en demostración del poder superior de su
dios sobre las deidades tradicionales de los isleños.
Todos los años, en los últimos días de julio, se celebra la
romería de Ayios Sulá, que convoca no solo a los rodios sino a los habitantes
de las islas del entorno: Simi, Halki, e incluso otras no tan próximas. Lawrence
Durrell describió la fiesta en su libro Reflexiones sobre una Venus marina (1953).
En la otra vertiente, el camino desciende por Eleusa y
Arjípolis, y encuentra en Ayios Nektarios otra fuente abundante de aguas
prodigiosas (allí se levanta otra iglesia neobizantina, mucho más grande, más
frecuentada y también, perdón, más fea). Y más cerca de la costa oriental surge
el manadero de las Epta Piges (las Siete Fuentes), con caudal suficiente para llenar
un embalse artificial.
Luego, en la costa, la serie acuático-monumental se cierra
con el santuario de la Tsambika, adonde peregrinan las mujeres rodias para
tener un parto feliz, y la extensa playa del mismo nombre, en forma de media
luna, de aguas límpidas y altísima frecuentación en verano de nativos y
turistas.
Volvamos a Fountoukli. En torno al silencioso diálogo de la
iglesia y la fuente, pasean los pavos reales entre higueras, olivos y encinas. En
tiempos, los caballeros hospitalarios venían a los bosques de Profitis Ilías a
cazar el ciervo. Luego los ciervos casi desaparecieron. Ahora se ha procedido a
una repoblación, que al parecer causa problemas a los agricultores. En la zona
más alta y espesa del bosque, en los años de la segunda gran guerra los italianos
construyeron un sanatorio para sus tropas, que ahora alberga un hotel muy
reformado.
El ciervo y el pavo real son animales heráldicos de Rodas,
aparecen con mucha frecuencia en la cerámica polícroma local, que es muy
vistosa. Las humildes cabras no resultan tan fotogénicas, pero su presencia no
pasa inadvertida en la isla; se las encuentra en todas partes, como puede
advertirse en la foto de la fuente de Fountoukli que cierra esta reseña.