miércoles, 20 de abril de 2022

MEANDO COLONIA

 


Piqué sudando su nueva camiseta.

 

Gerard Piqué lo ha ganado todo como futbolista. Cuando digo “todo”, me refiero a los trofeos en juego, tanto en competiciones de club como de selección. Ahora va a por “todo” lo demás, considerándose para ello con tanto derecho y tantas capacidades como cualquiera, y se inscribe en el cuadro de honor de los meones de colonia: el Emérito, el duque de Palma, Luis Medina del ducado de Feria, y el hermaniyo de la señora Ayuso, entre otras hierbas escogidas entre la gente guapa que vibra junta.

Lo primero que ha dicho Piqué a propósito de la aparición en los medios de la noticia de su conseguimiento para disputar la Supercopa española en tierras de misión, ha sido que él no ha hecho nada malo y se siente orgulloso de sí mismo. No es muy original, lo mismo habían dicho otros antes; pero es un rito de paso, que subraya con trazo firme su pertenencia a un equipo, al “equipo” entre comillas, para entendernos. Es lo mismo que decir “vamos a ir a muerte”, o “ganaremos sí o sí”, en una eliminatoria ante, pongamos, el Eintracht de Frankfurt, es decir un club de la sufrida clase media de una Liga europea bien valorada deportivamente, pero no tan bien cotizada financieramente.

El Mundial de selecciones que viene también se disputará en territorios controlados por emires y jeques, de modo que sería injusto echarle toda la culpa a Piqué. En el resultado final ha sido inestimable la ayuda de otros jerarcas, directivos, funcionarios y conseguidores, que se repartirán jugosos beneficios sin haber hecho “nada malo”. Ya hace años que Rodrigo Rato advirtió, respecto de un enjuague que llevaba su firma, que no era él el culpable, sino el mercado. El mercado fue en aquellos años el “juez de la horca” que decidió de forma omnipotente sobre la vida y la muerte de los bancos; y en consecuencia, aunque solo colateralmente y sin ninguna clase de animadversión, también sobre la vida y la muerte de las partículas infinitesimales, prácticamente invisibles sin la ayuda de un microscopio social de muchos aumentos, que venimos a ser las personas humanas que tenemos los ahorros de toda una vida de trabajo colocados en un banco.

Ahora mismo, la trayectoria de la parábola está oscilando desde la banca, que no ofrece de momento grandes expectativas de plusvalías ocultas, hacia el rico caladero del fútbol y otros deportes de élite; sin abandonar nunca el terreno promisorio de las finanzas creativas y extractivas.

Lo mismo me da, que me da lo mismo. El Mundial lo ganará probablemente Alemania, que cuenta con el Deutsche Bank como ariete. Ya lo dijo Gary Lineker en su momento. El resultado, por lo demás, es lo de menos, ya saben. Lo nuevo de verdad en este apartado poco trillado de la economía global, es la aparición irresistible en escena de los meones de colonia.