“Archipiade
ne Thaïs
Qui fut
sa cousine germaine”
F. VILLON, “Ballade
des Dames du Temps Jadis”
“Timandra”, de Theodor Kallifatides
(Galaxia Gutenberg 2022, trad. Carmen Vilela Gallego), describe la trayectoria
de una estrella fugaz, Alcibíades, en el cielo de una Atenas que había
alcanzado pocos años antes, con Pericles, una hegemonía militar y cultural
incontestable. Pericles construyó esa hegemonía; Alcibíades la desbarató. Traicionó
a Atenas por Esparta, a Esparta por Atenas, y a las dos por un sueño de ambición, en Sicilia.
Lo asesinaron en su refugio persa sicarios de Esparta con permiso de los medos.
En vida había sido sobre todo un seductor, capaz de jugar a todos los palos en
el amor y en la guerra. Su fama fue tan escandalosa, que François Villon lo
tomó por una memorable “dama de antaño” en su famosísima balada, y lo equiparó
a la cortesana Thais, su “prima hermana”.
Veamos cómo resume la cuestión, desde el punto de vista
ateniense, Kallifatides en un párrafo sintético y esclarecedor: «Nos divertíamos.
Toda la ciudad se divertía como nunca antes lo había hecho. Pericles había
obligado a los atenienses a vivir para el mañana. Embellecieron la Acrópolis
con edificios, construyeron murallas y calzadas, crearon una flota invencible.
Alcibíades, por el contrario,
les enseñó a disfrutar del hoy, cosa que tampoco era tan difícil. Las mujeres
salieron de los gineceos, los hombres comenzaron a vestirse con esmero. Muchos
encargaban pinturas murales, joyas, perfumes. Abrieron nuevos gimnasios y baños
y existía un rumor de que los abortos eran cada vez más frecuentes, y esa era
la prueba definitiva de que vivíamos al día.
Alcibíades conseguía crear el
clima que quería y los atenienses estaban dispuestos a seguirlo como locos a
donde fuese.» (p. 125)
El libro es muy bello. La narración honra a su ficticia
autora, la hetera Timandra, enamorada de Alcibíades y dispuesta a acompañarle siempre
con entera abnegación, incluso en la catástrofe final. El relato deja el regusto
amargo que acompaña siempre a la historia de las decadencias evitables, las
épocas señaladas por el hecho de que en ellas el egoísmo y el cinismo alcanzaron
la categoría de valores punteros, y las sociedades se mostraron feamente torcidas
de raíz.