Memorias intrascendentes
Mi
nieto Mijail en Rodas, julio de 2007. Un crack biberonero. Aunque no hice
mención de la circunstancia en mis mensajes de la época, también hube de
cambiarle los pañales y limpiarlo en alguna ocasión (no muchas, la verdad, las “manos
de nieve” de la mamá y l’avia siempre acudían solícitas al rescate).
Carmen y yo pasamos el verano de 2007 en la
isla de Rodas, acompañando a la familia de mi hija, que había dado a luz a su
segundo hijo, Mijail, el 29 de mayo.
Fueron días ajetreados: dos lavadoras de ropa
diarias, preparar comidas, biberones cada tres horas, un calor sobre los 35º C.
Para colmo, me vi paralizado por unos dolores persistentes debidos a la
artrosis de mi cadera izquierda (me operaría cinco años después, agosto de
2012). De ahí que fuera la persona más indicada para atender al suministro de
un amplio porcentaje de biberones al pequeñín, una tarea que no exigía proezas
gimnásticas, sino únicamente estar cómodamente sentado, sostener al chiquillo
en el regazo, y dejar “mi cuidado entre las azucenas olvidado” para insertarme con
placidez en los ritmos inescrutables de la naturaleza.
A esos aspectos de la cuestión se refiere el
siguiente párrafo, extraído de un mail enviado el 19.7 a varias direcciones de
miembros de la familia:
« Los progresos de Mijail se advierten a
simple vista. Está fuerte, lucido, con un color espléndido de bajarse a la
playa (no a tomar el sol, que está bien agazapado en su cuco, pero la brisa
marina ayuda a curtirlo). Sonríe, pernea y mueve los bracetes con entusiasmo, y
consume biberones sin parar. No con rapidez, ¿eh?, eso no lo he dicho. Es el
rey de la estrategia biberonera. A él le gusta estar enchufado al bibe el mayor
tiempo posible y además, en lugar del nada espléndido aislamiento del cuco,
exhibirse en brazos de las bellezas que le rodean o, en el peor de los casos y
no habiendo otro remedio y ya puestos a echar la tarde a perros, incluso en los
brazos de su abuelo Paco. Por eso hace durar los biberones mucho mucho, da
sorbitos, hace pausas, se duerme en brazos, y cuando hay que echar eructos
intenta retenerlos todo lo posible, mientras le dan palmaditas en el lomo y lo
tienen vertical sobre los hombros de alguien. Los eructos salen por fin, y más
que al master and commander del navío corresponderían a la chusma de la
marinería del puente bajo, pero todo ese largo proceso es tiempo ganado que
acorta la distancia hasta el próximo bibe y, en consecuencia, hasta la
siguiente tanda de brazos. Ahora, por cierto, los bibes son ya de cilindrada
superior, ciento ochentas en lugar de ciento cincuentas, pero se los machaca lo
mismo, “sin perdón”, como el Clint en aquella película. »
El comentario se amplió en otro mensaje enviado
a los mismos algunos días después, en el que ensayé de forma desvergonzada algo
que he bautizado con el púdico nombre de “lírica de circunstancias”. Júzguese:
«
BELLO CIAO
Alla mattina
appena alzato,
o bello ciao, bello ciao, bello ciao, ciao, ciao
Alla mattina
appena alzato,
mi he tomato un biberón.
A Mijalito
portali via,
o bello ciao etc.
A Mijalito
portali via,
perche vuole fare un rot
Fare un rote
là sui montagne,
o bello ciao etc.
Fare un rote
là sui montagne
che semblerá un terremot
E le genti
che passeranno,
o bello ciao etc.
E le genti
che passeranno
si diranno: ¡Che bel rot!
E questo è il rote
di Mijalito,
o bello ciao etc.
E questo è il rote
di Mijalito,
per la mattina al levantar.
[Extracto de la serie Cançons de la Rodas del temps, de Canto en
general (inédito) de Paco Noduda (seudónimo), datable circa 2007. En
su día fue criticado por los poncios, que lo acusaron con exageración patente
de presentar ciertas similitudes accesorias con una canción rojeras italiana
del año catapum] »