miércoles, 6 de abril de 2022

NANAS DEL BIBERÓN (LÍRICA DE CIRCUNSTANCIAS)

 Memorias intrascendentes

 


Mi nieto Mijail en Rodas, julio de 2007. Un crack biberonero. Aunque no hice mención de la circunstancia en mis mensajes de la época, también hube de cambiarle los pañales y limpiarlo en alguna ocasión (no muchas, la verdad, las “manos de nieve” de la mamá y l’avia siempre acudían solícitas al rescate).

 

Carmen y yo pasamos el verano de 2007 en la isla de Rodas, acompañando a la familia de mi hija, que había dado a luz a su segundo hijo, Mijail, el 29 de mayo.

Fueron días ajetreados: dos lavadoras de ropa diarias, preparar comidas, biberones cada tres horas, un calor sobre los 35º C. Para colmo, me vi paralizado por unos dolores persistentes debidos a la artrosis de mi cadera izquierda (me operaría cinco años después, agosto de 2012). De ahí que fuera la persona más indicada para atender al suministro de un amplio porcentaje de biberones al pequeñín, una tarea que no exigía proezas gimnásticas, sino únicamente estar cómodamente sentado, sostener al chiquillo en el regazo, y dejar “mi cuidado entre las azucenas olvidado” para insertarme con placidez en los ritmos inescrutables de la naturaleza.

A esos aspectos de la cuestión se refiere el siguiente párrafo, extraído de un mail enviado el 19.7 a varias direcciones de miembros de la familia:

« Los progresos de Mijail se advierten a simple vista. Está fuerte, lucido, con un color espléndido de bajarse a la playa (no a tomar el sol, que está bien agazapado en su cuco, pero la brisa marina ayuda a curtirlo). Sonríe, pernea y mueve los bracetes con entusiasmo, y consume biberones sin parar. No con rapidez, ¿eh?, eso no lo he dicho. Es el rey de la estrategia biberonera. A él le gusta estar enchufado al bibe el mayor tiempo posible y además, en lugar del nada espléndido aislamiento del cuco, exhibirse en brazos de las bellezas que le rodean o, en el peor de los casos y no habiendo otro remedio y ya puestos a echar la tarde a perros, incluso en los brazos de su abuelo Paco. Por eso hace durar los biberones mucho mucho, da sorbitos, hace pausas, se duerme en brazos, y cuando hay que echar eructos intenta retenerlos todo lo posible, mientras le dan palmaditas en el lomo y lo tienen vertical sobre los hombros de alguien. Los eructos salen por fin, y más que al master and commander del navío corresponderían a la chusma de la marinería del puente bajo, pero todo ese largo proceso es tiempo ganado que acorta la distancia hasta el próximo bibe y, en consecuencia, hasta la siguiente tanda de brazos. Ahora, por cierto, los bibes son ya de cilindrada superior, ciento ochentas en lugar de ciento cincuentas, pero se los machaca lo mismo, “sin perdón”, como el Clint en aquella película. »

 

El comentario se amplió en otro mensaje enviado a los mismos algunos días después, en el que ensayé de forma desvergonzada algo que he bautizado con el púdico nombre de “lírica de circunstancias”. Júzguese:

 

                                                              « BELLO  CIAO

 

Alla mattina

appena alzato,

o bello ciao, bello ciao, bello ciao, ciao, ciao

Alla mattina

appena alzato,

mi he tomato un biberón.

 

A Mijalito

portali via,

o bello ciao etc.

A Mijalito

portali via,

perche vuole fare un rot

 

Fare un rote

là sui montagne,

o bello ciao etc.

Fare un rote

là sui montagne

che semblerá un terremot

 

E le genti

che passeranno,

o bello ciao etc.

E le genti

che passeranno

si diranno: ¡Che bel rot!

 

E questo è il rote

di Mijalito,

o bello ciao etc.

E questo è il rote

di Mijalito,

per la mattina al levantar.

 FIN

 

[Extracto de la serie Cançons de la Rodas del temps, de Canto en general (inédito) de Paco Noduda (seudónimo), datable circa 2007. En su día fue criticado por los poncios, que lo acusaron con exageración patente de presentar ciertas similitudes accesorias con una canción rojeras italiana del año catapum] »