jueves, 7 de julio de 2022

DE EXCURSIÓN

 


En algún lugar del Vallés, hacia finales de los años cincuenta. (Foto, archivo familiar.)

 

Esta es la foto de una excursión familiar en los años cincuenta. Hay varias generaciones presentes. Los chicos más jóvenes aparecen cargados con grandes bolsas en las que van alojadas la sandía, las botifarras, las graellas, el pan de kilo y el aceite y el tomate para untar. Es posible que el equipaje familiar incluya en algún rincón una botella de vino de garrafa y otra de gaseosa. Se adivina que más adelante, siguiendo por ese camino a media ladera entre bosques, mana una fuente de agua fresca, y en torno a ella se desplegarán las viandas y se pondrán a refrescar las bebidas. Se buscará un lugar despejado para hacer un fuego muy controlado, que después se apagará a conciencia. Los envoltorios, las pieles de la fruta y otros desechos del almuerzo de campo se ensacarán, para depositarlo todo en un basurero autorizado.

No obstante, no todo el mundo tuvo en aquellos años el mismo cuidado; los bosques empezaron a arder, y los bandos municipales prohibieron los fuegos en lugares no especialmente habilitados.

Debería reclamarse hoy el mismo cuidado estricto a los medios de comunicación que, todos a una y cada cual desde su trinchera ideológica, encienden fuegos a la intemperie sin el menor respeto hacia las personas, los grupos sociales y las instituciones. Hacen trampas con la verdad, y dicen que no es con mala intención, solo para entretenimiento del lector. Reciben dinero chungo de ciertas altas esferas, y actúan sin remilgos, según los intereses de los que les pagan en B.

Mientras tanto, y en paralelo, siguen aplicadamente sus campañas de fidelización. “Suscríbase, si quiere disponer a domicilio de la información más audaz para el lector menos inteligente.” (No es lo que dicen, pero sí es la sustancia de su mensaje.)

Demasiado para mí, son las cuatro y media de la tarde hora de Atenas, el termómetro marca 35 grados a la sombra, y nada es más apetecible que una ducha fría, pero no del tipo de las que nos propinan nuestros queridos medios incendiarios, con el propósito de apagar los fuegos que ellos mismos han atizado.

En la hoguera del verano se están utilizando toda clase de combustibles, mientras siguen en declive las cifras de bomberos públicos o privados. Las estadísticas de circulación de la prensa andan bajo mínimos, como era fácil de adivinar. La prensa se ha buscado su propio desprestigio, y arde sin control, como otra Sierra de la Culebra, importante en su día para todo un entorno ecológico, luego descuidada, ahora desaparecida. Llega la hora de las lamentaciones y la búsqueda de culpables. Pero para los culpables se apunta siempre a los “otros”, de modo que esto tiene mal arreglo. La comunicación desprovista de sinceridad, de empatía y de sentido constructivo para una comunidad, no ha significado nunca ningún progreso.