sábado, 23 de agosto de 2014

REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA

Por definición, una regeneración de la democracia debe venir de abajo; nada se regenera por arriba, por mandato imperativo de una ley, por muy refrendada que haya sido ésta en las cortes. Por eso, el título de la Ley de Regeneración Democrática que aspira a poner en circulación en fecha próxima Mariano Rajoy se ha de entender como una broma. Si del título descendemos a examinar el contenido del proyecto de norma legal, comprobamos que en efecto se trata de una broma. Y sin embargo…

Mariano cuenta con asesores de solvencia, y ellos tienen que haberle orientado de cara a las elecciones municipales en un doble sentido: a) pese a perder porcentajes altos de voto, el PP conserva una minoría mayoritaria en buena parte de las áreas municipales más pobladas de la geografía española; b) los pactos postelectorales podrían arrebatarle alcaldías sensibles, pero en cambio es poco probable que se produzcan reagrupamientos de candidaturas de oposición antes de las elecciones. Ese doble dictamen, supongo, es la brújula que ha determinado la orientación de la ley propuesta.

Y sin embargo… Una efectiva regeneración democrática daría resultados imprevistos en las elecciones, según la ley de Rajoy. Una minoría sólo es mayoritaria en un campo electoral fragmentado. Si se bipolarizan las opciones de voto, la minoría será simplemente minoría. Es posible y realista poner en pie en las capitales y en las ciudades medianas mal gobernadas por el PP candidaturas de unidad, “frentepopulistas”, que agrupen un consenso decisivo para ejercer el gobierno local en un sentido más acorde con el sentir muy mayoritario de la ciudadanía. Sería ridículo que el alcalde de Burgos reeditase su mandato después de Gamonal; que la alcaldesa de Valencia volviera a la carga con su plan para arrasar El Cabanyal atrincherada en una nueva mayoría legitimada en las urnas.


La cuestión es si la hasta ahora oposición al gobierno municipal tiene capacidad para poner en pie una alternativa conjunta. Los mimbres están ahí, casi siempre; falta ponerse a hacer el cesto. Por inercia, por cálculo, por pequeña política, cada opción política presente en un ámbito municipal aspira a formar su propia candidatura, con su propia gente, con su propio espacio, con su propio logo. Construir una candidatura de todos, ganadora, requiere un trabajo suplementario: el ejercicio doloroso de sacrificar opciones y personas a las que se está apegado, y el ejercicio arriesgado de salir a buscar a los “otros” para, en principio, escucharlos, y luego para confluir, y convencer e incorporar a los indecisos y a los reticentes. Hacer primarias será casi obligado, pero no primarias con sólo los “nuestros” para perder, sino primarias con todos para ganar. Y plantear las elecciones no desde la visibilidad del logo, sino desde la convicción de un programa común creíble. La política municipal es la que mejor permite una confluencia de intereses y de valores ciudadanos en el sentido alto de la palabra; la más propicia a un frente popular y a un cambio rápido y visible en la forma de gobernar. Es y debe ser el primer paso de una regeneración democrática profunda de nuestra sociedad civil y política. Con o sin nueva ley de Mariano Rajoy.