viernes, 13 de marzo de 2015

LA TOZUDA NEGATIVA A RECTIFICAR


Cualquiera pensaría que las autoridades europeas iban a considerar suficiente el castigo sufrido por el pueblo griego – no por un gobierno griego de este o aquel color, sino por ese pueblo del que los gobiernos democráticos se dicen servidores, ese pueblo por el que están obligados a velar también quienes llevan las riendas de la cosa pública en la Unión –. Pues no.
Cualquiera pensaría que el jefe de un gobierno elegido democráticamente, avalado por una mayoría consistente, con un respaldo popular muy amplio, merece credibilidad cuando presenta un programa económico arriesgado pero coherente. Y si no merece credibilidad, parece imposible que no merezca siquiera, como mínimo, un trato cortés, un respeto, un “poquito de por favor” como se pedía en una serie televisiva hace pocos años. Pero Schäuble y Guindos, por no mencionar más que a los dos ninguneadores más destacados, han perdido el control de las formas de la diplomacia internacional y se han dedicado a descalificar y bravuconear hasta el punto de provocar nuestro sonrojo, nuestra vergüenza ajena.
Es algo divulgado en su momento, y conocido por todos, que los datos macroeconómicos sobre los que se calcularon las condiciones del primer rescate griego y la política impuesta a partir de entonces por la troika a dicho país, contenían errores gravísimos de apreciación. No es que hubiese un desvío en las previsiones; es que las cosas fueron por el camino diametralmente opuesto. La medicina agravó el estado del paciente. En lugar de avanzar, el país fue de culo a ritmo acelerado.
Cualquiera pensaría que tales errores reconocidos y asumidos por las autoridades pertinentes y reconocibles iban a dar lugar a una rectificación. Pues tampoco. Lo que imparte la tecnocracia instalada en los vértices no electivos, no democráticos, del BCE y del FMI, no es ciencia económica sino ideología económica. No ha lugar a la rectificación, toda la fuerza acumulada al servicio de las oligarquías financieras se aplica a quebrar el espinazo de la fuerza de trabajo, de las clases populares y de las organizaciones que las representan.
Hacia fuera se habla de la salida de la crisis, de puertas adentro los oligarcas deben de estar comentando entre ellos: «¿Para qué salir nosotros de una crisis que nos está rindiendo unos beneficios tan pingües?» Y unamunianamente exclamarán: «¡Que salgan ellos!» (Si pueden, claro.)
Un sencillo ejemplo. El drástico recorte en las energías renovables llevado a cabo por el gobierno español del PP en 2014 se amparaba oficialmente en dos informes de expertos. El Tribunal Supremo ha reclamado esos dos informes, y viene a resultar que, de uno de ellos, no se llevó a la práctica ninguna de las medidas propuestas; el otro informe, caso todavía más singular, se emitió tres meses después de que se produjeran los recortes.
No gobierno de los técnicos, sino gobierno de los ideólogos. No salida de la crisis, sino chapoteo en la crisis para conseguir ventajas unilaterales. Quizá no está de más recordar a quiénes favoreció el recorte en las renovables: a las eléctricas. En el consejo de Endesa ocupa un lugar destacado José María Aznar. En el de Gas Natural, Felipe González. Yo diría, que alguien me corrija si me equivoco, que a esa figura se le denomina colusión. Luego se quejarán de que les llamemos “casta”.