Se le ha de
reconocer a Mariano Rajoy una virtud: es un
muermo en casi todos los acimuts de su rosa de los vientos, pero hace gala de
originalidad al elegir sus adjetivos descalificativos. Vean esta tetralogía:
tertulianos, zascandiles, adanes, amateurs. Tales son las flores que ha dedicado
a los cuatro rivales del PP (PSOE, IU, Podemos, C’s) en un acto de partido en
Valencia desde el que ha disparado por elevación en dirección a Andalucía,
durante la mismísima jornada de reflexión para las elecciones de mañana. ¿Está
permitido eso? Depende. Para los demás no, para el PP sí. El PP es más que un
partido, es una entidad benefactora sin ánimo de lucro comparable a Cáritas,
razón por la cual no hay impedimento ninguno para que reciba donativos en B sin
obligación de cotizar a Hacienda (es la propia Hacienda la que lo afirma). Y por
añadidura, ya que quien puede lo más puede también lo menos, tiene bula para organizar
mítines en Valencia y emitirlos íntegramente y en directo por la televisión
pública durante una jornada de reflexión en Andalucía.
Son cuatro
adjetivos para cuatro partidos; podría pensarse en una correspondencia, un
insulto particular para cada uno de ellos, pero me inclino a pensar que dispara
a mogollón contra todos, y no hace diferencia entre Díaz,
Maíllo, Rodríguez y Marín. Todos son tertulianos,
zascandiles, etc. Todos contrastan con «la seriedad y el coraje» de los
candidatos del propio Partido Popular, «que saben de lo que hablan». Si se
tiene en cuenta la cantidad de investigados (antes imputados) en delitos de
corrupción, cohecho y tráfico de influencias que adornan las candidaturas populares,
las palabras de Rajoy son casi una acusación formal a su grupo.
En todos los demás
aspectos, el Augusto ha sido tétricamente igual a sí mismo en su discurso. Ya
se atisba la recuperación económica, y cualquier modificación en el rumbo que
él mismo ha trazado con un derroche de estudio, sensatez y sentido común, corre
el riesgo de arruinar las expectativas favorables en las que nos movemos. Con
su esfuerzo ímprobo ha mantenido intactos los pilares de una política de bienestar
en lo más crudo de la crisis. Creará 500.000 puestos de trabajo en 2015, por
estas que sí.
Hay una virtud política
denominada credibilidad, pero Mariano debe de estimar que basta con ignorarla
para que aumenten hasta extremos inconcebibles las tragaderas del personal. Le convendría
hacer gala de un poco más de ese sentido común del que alardea. Le ocurre a fin
de cuentas como a tantas Misses Universo, que desean ser valoradas por su
inteligencia, y no por sus atributos sexuales. E igual que les ocurre a todas
ellas, cuando el público juzga a Mariano, en lo que se fija es en la otra cosa.