Teresa
Rodríguez, cabeza de lista de
Podemos en las elecciones andaluzas, declaró el mismo domingo por la noche, una
vez establecido el contenido definitivo de las urnas, que el objetivo de su
grupo de 15 diputados va a ser «llevar el sentido común a la Cámara». Quizás no
fue consciente en ese momento de que “sentido común” es lo que va predicando Mariano Rajoy como prerrogativa principal de su línea política.
Cierto que el
sentido común no responde a una posición fija e invariable. Antonio Gramsci dejó escrito, en un texto que recuerdo
de forma vaga pero que no he conseguido localizar (solicito ayuda de alguna
alma caritativa que lo haga por mí), que cada grupo e incluso cada subgrupo
social segrega su propio sentido común, netamente diferenciado de los demás.
Para Teresa, por poner un ejemplo, será de sentido común convocar una
concentración de vecinos para detener un desahucio, mientras que para Mariano
lo que cae de su propio peso es hacer cumplir la resolución administrativa con despliegue
de antidisturbios y excavadoras si es preciso.
No es lo mismo un
sentido común que el otro, ciertamente. Pero en cualquier caso, afrontar una
legislatura solo con sentido común como arma ofensiva y defensiva, parece poca
cosa. Más, en un partido comprometido con la transformación de una sociedad profundamente
desigual, en la que la falta de cohesión, el desarraigo y la pobreza presentan
índices muy alarmantes. A muchos nos gustaría haber escuchado unas líneas de
programa algo más concretas.
En cualquier caso, de
puro sentido común será, para Podemos e Izquierda Unida Andalucía, ajustar
sintonías y aunar esfuerzos. Ya ha pasado el momento estelar para los contactos
y los acuerdos entre formaciones, es decir, el de la confección de listas de los candidatos
y de las ofertas a la ciudadanía. En ese trance cada cual defiende el valor de
la marca, y las suspicacias recíprocas hacen que sea muy difícil coincidir.
Aceptémoslo. Pero en el acontecer diario de una Cámara a la que se pretende
llevar los beneficios del sentido común, el buen entendimiento de dos grupos minoritarios
próximos en intenciones y en objetivos sí resulta más fácil, y además especialmente
deseable.
La virreina de Andalucía
ha decidido impartir gobierno en solitario, y va a tener una oposición nutrida
y fiera por su costado derecho. (Algunos auguran que dispondrá, para nadar en
aguas turbulentas, de un flotador providencial en Ciudadanos, formación a la
que adjudican una posición de centro-centro. Mi opinión personal es que la
ubicación de Ciudadanos en el espectro político es de derecha-derecha. No es el
PP, ciertamente, pero tampoco es diferente. El primero es un supermercado, el
segundo una boutique con encanto. El tiempo dirá si llevo razón en esa
apreciación.) En esta situación crítica, para las formaciones que en una u otra
medida se reclaman de la izquierda será de sentido común, no intentar una pinza
con la derecha, sino muy al contrario presionar para introducir píldoras de
reforma social en un programa de gobierno psoecialista que se intuye reducido a
la gestión administrativa de lo existente, adornada con floripondios de
retórica rociera.