Sébastien le Prestre, marqués de Vauban, fue ingeniero militar, ingeniero hidráulico, urbanista, matemático, especialista en poliorcética y algo filósofo en sus ratos libres. Luis XIV lo nombró mariscal de Francia. Rodeó el territorio del Hexágono con un cinturón de fortalezas imponentes, y reformó y reconstruyó cientos de otras plazas fuertes. Albert Sánchez Piñol lo convirtió en personaje de su novela Victus. La UNESCO incluyó en 2008 en el patrimonio mundial doce de las realizaciones de Vauban, entre ellas la ciudadela de Saint-Martin-de-Ré, en la isla de Ré , departamento de Charente Maritime, que hacia 1870 había sido convertida en presidio. A principios de los años sesenta del siglo pasado, el cantautor Léo Ferré rindió su propio homenaje al marqués con una canción notable tanto por su letra como por su música: Merde àVauban (clicar sobre el título para escucharla).
Este es un intento desmañado de traducción:
Recluso en el presidio de Vauban en la isla de Ré, trago pan negro y muros blancos en la isla de Ré. En la ciudad me espera mi chica, pero en los próximos veinte años no seré nadie para ella. A la mierda Vauban.
Soy recluso, con cadena y bola de hierro, y todo por nada. Me han encerrado en la isla de Ré por mi bien. Aquí veo pasar las puñeteras nubes, y marchitarse mi juventud. A la mierda Vauban.
Recluso, aquí las señoritas se acercan para ver cómo nos han recortado las alas en la isla de Ré. ¡Ah, que jamás venga la que yo amé tanto! Por ella malogré mi suerte. A la mierda Vauban.
Recluso, la bella está allá arriba, en el cielo gris; del otro lado de los barrotes vuela hacia París. Yo estoy con ella en mi calabozo y sueño con mi amada, que es la más bella. A la mierda Vauban.
Recluso, el tiempo que tan largo se hace en la isla de Ré, el tiempo te roe con sus piojos en la isla de Ré. Dónde están sus ojos, dónde su boca. Cuando sopla el viento a veces me parece tocarlos. A la mierda Vauban.
Será un coche fúnebre negro, estrecho y viejo el que me sacará de aquí un atardecer, los pies por delante; y será lo mejor. Volveré a ver el camino blanco y cantaré, debajo de las tablas: A la mierda Vauban.