Cuentan los
cronistas deportivos que en el minuto 83 del partido Real Madrid-Almería, un balón
enviado por el delantero madridista Chicharito hacia la zona en la que se encontraban Arbeloa y
Cristiano Ronaldo fue rematado a gol por el primero. El segundo, es decir Ronaldo,
dio muestras manifiestas de enfado por no haber sido él el rematador. Llevaba treinta
y nueve goles en la Liga; Arbeloa, ninguno. El gol era a favor de sus colores,
no en contra, circunstancia que podría haber hecho más comprensible el enfado
del crack. Ronaldo encabeza la lista de goleadores en el campeonato, pero
podría ser desbancado al parecer por un jugador de otro equipo, cuál no hace al
caso, que le sigue de cerca en número de dianas. No parece justificación
suficiente para una exhibición de ego frustrado en un encuentro deportivo
presenciado por unos setenta mil espectadores, a los que hay que añadir una cuantiosa
cuota de audiencia televisiva nacional e internacional.
La anécdota,
bastante irrelevante en sí misma, ha venido a coincidir en la prensa diaria con
una comparecencia de don Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, ante el
juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco. El prócer madridista justificó unos
pagos de veinticinco mil euros mensuales a la empresa valenciana Eico por el
objetivo de “mejorar la imagen” de los futbolistas de su equipo en las redes
sociales de países como China, Alemania o Brasil.
Rabietas públicas
tan deplorables como esta última de Cristiano harían de esos pagos de don
Florentino el dinero peor gastado del mundo, de no darse la circunstancia de
que la empresa Eico, beneficiaria del contrato en cuestión, forma parte de la
llamada trama Púnica, consagrada de forma predominante al tráfico de
influencias entre el estamento político y la alta finanza de nuestro país.
El juez Velasco preguntó
a Pérez si Alejandro de Pedro Llorca, gerente de Eico, no le había pedido nunca
dinero para el PP, y Pérez se declaró “molesto” por la sugerencia. «No se
hubiera atrevido a plantearme eso si me conoce a mí.» Respuesta que viene a ser
una variante reconocible del viejo repertorio del «usted no sabe con quién está
hablando», tan enraizado en las costumbres y los modos de nuestras clases
pudientes.
Deseamos desde aquí
de todo corazón al juez Velasco que consiga el “gol de Arbeloa” que anda
buscando, y que el eminente empresario y dirigente deportivo se ha apuntado ya
a priori en sus propias estadísticas.