El maestro Josep
Ramoneda los llama (en El País) “partidos-acontecimiento”. Se trata de opciones
que se ofrecen en el mercado del voto, justificadas en su origen por un
liderazgo personalista fuerte, y acompañadas por mucho ruido mediático. No están
construidas como una alternativa global a los grandes partidos, sino como enmiendas
parciales a los mismos. No han sido concebidas para superar el bipartidismo
básico, sino para coexistir con él. No son grandes almacenes, sino boutiques
con encanto que ofrecen el mismo producto que aquéllos, pero rodeado con un
aura de sofisticación.
El recorrido
previsible de estos “second bests” de
los grandes partidos es corto. Nacen de la coyuntura, se presentan como “acontecimiento”
en la afortunada expresión de Ramoneda, y su aliento dura lo que dura la
novedad. Pero la novedad dura cada vez menos en la sociedad online. UPyD parece haber llegado al
final de su vida útil. Ciudadanos inicia ahora un nuevo ciclo fuera de una
Cataluña en la que su condición de segunda marca del PP se ha visto favorecida
por el hecho de que su propuesta sustancialmente idéntica no está contaminada
por el comportamiento ominoso del poder central. Cuenta con un líder de aspecto
agradable y educado, que se extiende en generalidades basadas en el sentido
común. ¡Sí, el mismo sentido común patentado por Rajoy! Albert Rivera evita el
riesgo en todas sus intervenciones; en política no ejerce de medicamento
drástico, sino de placebo, y su (moderado) éxito previsible no va más allá del intento
de adormecer los miedos y las aprensiones de un electorado torturado por diferentes angustias.
¿Y Podemos? Podría muy
bien proponerse como segunda opción, muy modernizada y mejorada mediáticamente,
de Izquierda Unida, sobre todo por el hecho de que la presencia reciente en los
medios de IU tiene caracteres de catástrofe, nunca se ha visto semejante
exhibición pública de miserias y de encontronazos en la historia de la sociedad
de la información.
Pero Podemos no
quiere ser la “otra” IU. Aspira a algo más. A la centralidad. A sustituirlo a
todo, a rendir al bipartidismo con la creación de una nueva mayoría absoluta
basada en la representación de la Gente. De la Buena Gente, ha precisado alguno
de sus líderes. Pero la gente, buena o no, no es una categoría política.
Podemos participa hasta el momento en varias iniciativas plurales de signo
inequívocamente de izquierda, y ese es un dato positivo. Pero no es suficiente.
Tendrá que explicitar pronto su proyecto y su programa. Cuando lo haga, perderá
votantes potenciales. A cambio, ganará en perspectiva a largo plazo y en
recorrido. Dejará atrás la categoría de “partido-acontecimiento” y entrará en
la de “alternativa de cambio”, en solitario o, más previsiblemente, en compañía
de otros.