domingo, 21 de enero de 2018

JERÓNIMO Y EL LEÓN

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Tengo debilidad por las pinturas que cuentan historias. Según una teoría, pintura es el arte de colorear superficies de forma sugerente, con independencia de cualquier significado. Bien, pero yo prefiero esa otra teoría que dice que una imagen vale más que mil palabras.


De hecho, me dispongo aquí a describir con mil palabras una imagen. La imagen me la ha enviado desde Dublín una amiga de siempre, que sabe cuánto me gustan las imágenes de personas en el acto de escribir.


En la circunstancia, se trata de san Jerónimo dictando ex cathedra, desde su escritorio, una lección magistral a sus frailes, que toman notas. Entre ellos, con aire de aclarar a uno de los discípulos un punto de filosofía particularmente difícil, se pasea un león. La pintura es de Nicolás Francés, fue realizada hacia 1450 y se guarda en la National Gallery de Dublín.


La historia sagrada dice que, durante una peregrinación piadosa a Tierra santa, Jerónimo libró a un león de la espina que se le había clavado en una garra y se le había infectado. La fiera tomó apego al santo, cosa explicable en una época en la que no existían dispensarios de urgencias ni sanidad pública, y lo siguió a todas partes como animal de compañía. En la iconografía religiosa de Jerónimo, el león suele aparecer de forma inevitable, con un aire entre aburrido y desenfadado.


En la pintura de Nicolás Francés los frailes del convento están ya más o menos acostumbrados a la presencia permanente del león. Vittore Carpaccio, en uno de los frescos sobre la vida de Jerónimo de la Scuola degli Schiavoni de Venecia, pintado en 1502, imagina en cambio el momento de la aparición del santo con el león a remolque. La escena tiene el aire de un torbellino, con hábitos volando hacia la derecha en primer plano y hacia la izquierda por el fondo, subiendo a la carrera las escaleras para ponerse a salvo. Pueden verla a placer en: http://es.wahooart.com/@@/8Y3VGF-Vittore-Carpaccio-San-Jer%C3%B3nimo-as%C3%ADcomo-ExtremoOriente-Le%C3%B3n


La escenografía es al mismo tiempo ficticia y rigurosamente auténtica, una combinación muy peculiar en el arte de Carpaccio. Se supone que la pareja de hecho Jerónimo / León entra en el patio de un convento de la orden situado en algún lugar de Oriente. El edificio de ladrillo con pórtico, al fondo a la izquierda en la escena, es, sin embargo, la propia Scuola di San Giorgio que alberga el fresco. Solo se ha omitido el canal veneciano que pasa delante de su puerta. A la derecha, aparece el vecino hospicio de Santa Catalina, y en un plano intermedio el porche de madera y la puerta de la iglesia de San Juan del Temple, próxima a la Scuola y en la que esta tenía reservado un altar para su culto. Algunos personajes enturbantados, más un pavo real, papagayos, un ciervo, un antílope y otros animales, cuidan de dar el tono misterioso y exótico de un Oriente de bambalinas. Carpaccio era un magnífico narrador de historias pintadas, es decir, imaginadas.