lunes, 15 de enero de 2018

RESCATES ASIMÉTRICOS


El independentismo está en un embrollo. La estrategia estaba cantada: se declaraba la independencia unilateral para verlas venir, a ver lo que pasaba. Cabía en lo posible que el estado opresor reaccionara con cierta virulencia. De hecho, reaccionó tantísimo que Marta Rovira quedó desagradablemente sorprendida, hombre, tampoco era para ponerse así. En todo caso, la cohorte de los justos había de recibir como recompensa adecuada la palma del martirio, y convertirse en sujeto protagonista de un procès bis, adornado con el lema épico del “salvad al soldado Ryan”, para entendernos. Toda la Catalunya ferma entraría en una espiral de movilización permanente para conseguir la liberación de los presos y su retorno triunfal a la plaza de Sant Jaume, probablemente en autobús descubierto, como hace el Barça cuando gana la Liga.
De modo que, siguiendo al pie de la letra el guión establecido, el grueso de los consellers comprometidos más los Jordis declararon ante el juez que todo había sido una aventi sin base en la realidad, ingresaron en Estremera y sufrieron con mayor o menor resignación las vejaciones reglamentariamente establecidas. Los dos Tururull han declarado a su salida que en la cárcel se come muy mal. Fatal, vamos. Tenían flatulencias. Personas que han visitado a Junqueras, que aún sigue dentro, dicen que está más delgado. No se sabe si eso es bueno o malo, quizá estaba un poco pasado de kilos.
Pero otra parte de los conjurados alteraron inesperadamente el guión y picaron soleta. Encabezados por Puchi y Toni Comín, se han instalado tan ricamente en Bruselas, donde de todos modos tampoco se come tan bien como en el Celler de Can Roca, y es sabido que las coles son flatulentas.
Este cambio repentino de programa tampoco es ni bueno ni malo en sí, le pasa como a la delgadez de Oriol; pero es innegable que introduce una disociación incómoda respecto del orden de los acontecimientos tal como había sido previsto originalmente. Afincado en un punto cardinal radicalmente diferente del Sur de Estremera, también el bruselés Puigdemont sueña con un retorno triunfal al Palau, en el autobús del Barça y pasando previamente por la basílica de la Merced para la ofrenda votiva del cáliz de la amargura. También él espera un gran movimiento de masas que contribuya a aproximarlo a la meta final. Mientras tanto, está dispuesto a gobernar por skype.
La Catalunya ferma, puesta en la tesitura, no sabe muy bien qué hacer. Para unos, lo prioritario sería la redención de los presos; para otros, el retorno digno de la legitimidad secular. Pero ¿cómo combinar las dos reivindicaciones en una sola manifestación que dé la medida de una voluntad unánime? No se atina a ver cómo, y Carme Forcadell, tal vez la única con recursos imaginativos y organizativos suficientes para conseguir la cuadratura de ese círculo vicioso, ha tirado la toalla y ha dicho que se va para su casa. Malos tiempos para la lírica.