sábado, 27 de enero de 2018

MARXISTAS INGENUOS


Carlos Marx enunció de una forma bastante cautelosa la idea compleja, que ya había aparecido antes en la obra de otros pensadores, de que la economía es la sustancia de fondo de la historia. Al hacerlo, evitó tanto el reduccionismo (no “toda” la historia es economía), como el determinismo (la historia como vehículo de dirección única, y con un final previsible de antemano). No dijo Marx que la historia avanza al compás del progreso de la producción; dijo que su motor último es la lucha de clases, lo que deja bastante espacio al protagonismo colectivo de las personas en la sociedad.
Sin embargo, una determinada “Vulgata” del pensamiento marxiano sí cayó en las dos deformaciones citadas: fue reduccionista y fue determinista.
En el campo de la izquierda, ya apenas se practica ese tipo de catecismo marxista. Ha habido buenas razones para aparcar el optimismo inasequible al desaliento y trazar líneas prospectivas en direcciones diferentes. Paradójicamente, donde la Vulgata marxista se instala hoy con mayor desahogo es entre quienes más denigran a Marx. El “final de la historia” se celebró con champaña y lanzamiento de cohetes desde Harvard, y la teoría peregrina de que hoy somos todos clases medias, se han acabado los conflictos, y no quedan más proletarios que quienes no sirven para otra cosa, fue repetida en todos los foros hasta la náusea (así lo recuerda, por ejemplo, Owen Jones en Chavs), hasta que llegó la gran crisis global de 2008 para demostrar que la historia continuaba y las amplias “clases medias” estaban atrapadas en un proceso profundo de proletarización.  El capitalismo “de rostro humano” (conviene hacer memoria de cuando en cuando de una expresión que ahora se oculta hasta desaparecer por completo debajo de la alfombra, en la literatura política y económica corriente) había basado su estrategia global en un paradigma histórico-económico abiertamente determinista y reduccionista. Dicho de otro modo, en un marxismo ingenuo, en la Vulgata ya puesta en solfa siglos atrás con el cuento de la lechera que iba al mercado.
Para expresarlo con el crítico inglés Terry Eagleton: «Uno de los motivos por los que los mercados financieros se inflaron desproporcionadamente hace unos años es que se fundamentaron en modelos que asumían que el futuro sería muy parecido al presente.» (1)
El futuro, sin embargo, llevó abiertamente la contraria a quienes preconizaban las virtudes del mercado para regular la miríada de egoísmos individuales codiciosos que, según esta interpretación, habían sustituido a lo que antes era conocido como “sociedad”, como “clases sociales”, como “derechos colectivos”, como “patrimonio común”.
Sin embargo, un banquero-político tan señalado como Rodrigo Rato, en el juicio por la tremenda escabechina económica y social que perpetró a conciencia desde la dirección de Bankia, todavía se defendía así hace pocos días: «¡No fue una estafa, fue el mercado!»
Y Mariano Rajoy, político que se distingue entre todos por su fe inquebrantable en la economía como solución única a todos los problemas, incluido el de la misma corrupción rampante en su partido, respondía a una pregunta sobre la brecha salarial entre mujeres y varones: «No nos metamos en eso.»
Lo que implica, si no me equivoco, la convicción de que, abandonados a sus propias fuerzas los sujetos sociales con la consigna de incrementar a toda costa la producción por la producción, sin más reglas ni condiciones, el mercado les hará a las mujeres el favor de paliar poco a poco hasta eliminarla por completo la desigualdad salarial de género existente, sin necesidad de que la política intervenga para buscar una solución justa al problema.
Mucho determinismo es ese; y mucho reduccionismo. Rajoy viene a ser un marxista ingenuo que nunca ha leído a Marx; solo a Marca.     
 

(1) T. Eagleton, Por qué Marx tenía razón. Ed. Península 2015, traducción de Albino Santos Mosquera. El libro es absolutamente recomendable como una reflexión sugerente y provocativa sobre muchos tópicos y clichés al uso en la práctica política y económica actual.