Tiene razón José
Luis López Bulla en la corrección amistosa que hace de unas recientes palabras
mías (1). La resistencia era necesaria en los tiempos oscuros, pero no habría
sido nada sin el ingrediente de la alternativa. La vocación pedagógica de José
Luis, ahora como en los tiempos en que ejerció de forma simultánea de abad del
convento y de escudo protector contra los rayos gamma contaminantes cruzados del
maximalismo roqueño y del buenismo pactista; la vocación pedagógica de José
Luis, digo, le llevaba a repetir de forma exhaustiva dos tarabitas que siguen siendo
hoy en día absolutamente básicas y vigentes.
Primera tarabita,
de raíz claramente ingraiana: «Resistir no basta.» Segunda, de corte netamente
bulliano original: «Somos un sindicato sociopolítico, no un político
sociosindicato.»
En la primera
formulación queda implícita la importancia básica de la alternativa. Estábamos
en una guerra de posiciones, pero cada posición no debía ser mantenida a
ultranza, porque eso suponía un desgaste excesivo y a la larga perdedor. Un
estudio atento del campo de batalla (metafórico) debía indicarnos en cada
momento nuestros puntos fuertes y débiles, las ventajas estratégicas de cambios
circunstanciales o permanentes a otras posiciones alternativas, la posibilidad o
no de atender con mayor solvencia a flancos dejados al descubierto.
La guerra de
posiciones sindical no se concreta casi nunca en una carga de la caballería
pesada, a la antigua; hay avances y repliegues, hay un frente principal y otros
complementarios, hay casamatas peligrosas por en medio, que conviene evitar o
rodear.
Hoy la importancia de
la pedagogía de José Luis es mayor aún, porque la resistencia es un término
aparcado junto a las herrumbrosas lanzas (ya no disponemos de fortalezas
amuralladas, casi ni siquiera de simples parapetos que protejan nuestra trinchera),
y desde el campo enemigo nos aturden de continuo con la cantinela insistente de
que «No Hay Alternativa».
Pues bien, donde no
la hay, es necesario crearla. Como bien dice José Luis, la resistencia es
cuestión de redaños; la alternativa, cuestión de inteligencia. Inteligencia
práctica..
Estoy pensando en
el sindicalismo sociopolítico, no en la política sociosindical. La política
etc. gira en torno al centro de gravedad del poder; el sindicalismo etc. gira, en
cambio, alrededor del trabajo. El poder político es desde esta última perspectiva
únicamente un medio, el fin propuesto es la mejora de las condiciones de
trabajo, ergo de vida, de la ciudadanía. Se entiende mal, en general, la frase “maquiavélica”
de que el fin justifica los medios, desde la suposición – moderna, y errónea –
de que Maquiavelo consideraba el poder como un fin en sí mismo, y argumentaba
que todo vale para alcanzarlo. La intención del tratadista florentino era muy
distinta; la del sindicalismo, al recurrir a las palancas y los aparatos
estatales con el fin de aportar beneficios y garantías a los trabajadores
dependientes, también lo es.
Solo de esta manera
tienen un sentido coherente la pedagogía de fondo bulliana y sus berrinches
recurrentes. Lo cierto es, lo miremos por donde lo miremos, que la “nueva
política” lo está entendiendo todo al revés.
Así nos va a todos.