El Partido Popular
prescinde temporalmente de los maitines y toca a rebato. Mariano Rajoy ha
convocado a la Junta Directiva el próximo lunes con ánimo de analizar los
problemas y buscar soluciones.
Los problemas ya no
están localizados en Cataluña. No es probable que Junqueras y los Jordis salgan
de la trena en el corto plazo, y Puchi tampoco va a venirse de Bruselas en el
ídem. Ahora bien, Rajoy nunca ha contemplado las cosas desde otra óptica que la
del corto, cortísimo plazo. Todo lo que no entra en el rubro de las urgencias
apremiantes se deposita en el inmenso cajón de sastre del “ya se verá”.
Cataluña ha vuelto a recaer provisionalmente en este último apartado.
La preocupación
ahora, lo urgente, y dado que la izquierda se neutraliza a sí misma y sigue
estancada, es el reto planteado por Ciudadanos. Ciudadanos ha emergido de las
elecciones catalanas con el marchamo de gran esperanza blanca de la “nueva
derecha”, la de los menores de cuarenta y cinco años. La derechona mayor de cincuenta
y cinco sigue por lo general fiel al PP y, a lo que parece, también al “Cara
al sol”, una sintonía más añeja incluso que el liderazgo de Marianico. Con el
cara al sol como consigna se ha hecho frente, con éxitos lisonjeros según las
reseñas de la prensa cómplice, a la pavorosa batalla de las reinas magas
transexuales – o “maricones de mierda” según otra interpretación autorizada –,
y ahora se trata de batir el cobre en caliente, aunque en otra dirección.
La propuesta diseñada
por Fernando Martínez Maíllo es un clásico del manual: consiste en sacar el
partido “a la calle”. No hay que tomarse eso de la calle al pie de la letra; lo de
la autopista AP-6 no ha tenido nada que ver, y además la culpa no ha sido del
gobierno ni de la concesionaria, sino de la ciudadanía, como ya ha quedado
establecido en las ruedas de prensa convocadas al efecto.
La “calle”
mencionada por Maíllo es, de hecho, la de las ruedas de prensa convocadas al
efecto, la de los actos de gente guapa en salas enmoquetadas y con derecho de
admisión reservado, la de las cenas de gala con tribunilla y micrófono para que
los líderes se feliciten a sí mismos, y otras iniciativas de estilo parecido.
Se trata de “rearmar”
al partido, dice Maíllo, y de disputar una batalla nunca antes disputada,
porque el territorio de la derecha era desde hacía muchos años un coto cerrado.
Para ello se convoca a capítulo a ministros, presidentes autonómicos,
diputados, senadores, alcaldes y concejales. Una pléyade brillante. Algo se les
ocurrirá.
Maíllo llama a
establecer un calendario “potente e intenso”, y a que los pesos pesados
desciendan al cuerpo a cuerpo con Ciudadanos en los territorios, en particular
en Andalucía y Madrid. Lo más llamativo es probablemente la agenda, en un año
en que el calendario judicial va a poner las cosas más difíciles todavía. El PP
asegura que intentará «sacar adelante los Presupuestos, la
financiación autonómica, el pacto educativo y la reforma del sistema de
pensiones.»
No voy a enumerar los rubros de importancia (el trabajo en primer lugar) que brillan por su ausencia en la agenda del gobierno; pero sí quiero hacer hincapié en ese «sacar adelante», que resume mejor que ninguna otra fórmula la forma marianista de gobernar. No hay programa, no hay
objetivos concretos y no hay soluciones en cartera: todo se reduce a despachar como
se pueda una faena de aliño, y si sale con barba será sanjosé; si sin ella, la
purísima. Con un poco de labia en las ruedas de prensa y la ayuda inestimable
de jueces y periodistas amigos, se podrá seguir transitando por las roderas ya
consolidadas, y tirar millas como mínimo durante un año más.