Manifestación multitudinaria en Plaza Sintagma. Foto del autor.
[Documento]
Viví la crisis griega a caballo entre Atenas y
Barcelona, y trasladé mis impresiones a bote pronto a mi blog, que empezaba a
afianzar por aquellos meses su punto y contrapunto. Reúno ahora 17 entradas
fechadas, que espaciaré en tres entregas. No intento hacer Historia con ellas, pero
la impresión retrospectiva que me deja la memoria de aquella crisis tremenda, y
del comportamiento de sus protagonistas principales, es morrocotuda.
1.- En
huelga
Atenas, 27.11.2014. El vuelo de ayer entre Barcelona y Atenas se
ajustó a los horarios previstos y resultó plácido, pero no puede decirse que
fuera un vuelo «sin incidencias»: mientras estábamos suspendidos en el aire
dimitió la ministra de Sanidad española Ana Mato, y mi hija Albertina me
advirtió al llegar a su casa de Egáleo que estábamos en vísperas de la madre de
todas las huelgas generales ocurridas en el país desde aquel primer tropezón
con la crisis que le costó el puesto al primer ministro Papandréu.
La casi coincidencia de la
fecha del viaje con la huelga no fue cosa prevista de antemano. Carmen y yo
teníamos los billetes desde hacía meses porque nos acogimos a una oferta
especial de la compañía aérea. De haber reservado los billetes para un día
después, nos habríamos encontrado con un vuelo cancelado.
Se celebraba una reunión del
gobierno griego con la troika para arbitrar medidas acerca de la deuda que
mantiene el país con la UE y otros organismos internacionales, y la ciudadanía
tenía temores fundados de que, siguiendo una costumbre inveterada, los actuales
mandatarios aceptaran, bien sin rechistar o bien rechistando, que eso poco
importa en último término, nuevas imposiciones externas más o menos drásticas. Estaban
en juego más puestos de trabajo en una administración ya exageradamente
adelgazada, y más recortes salariales. El principal sindicato de los
funcionarios y la Confederación General de los Trabajadores de Grecia, más
otras organizaciones sindicales menores, convocaron una gran huelga general.
Las calles de Egáleo estaban cubiertas de carteles llamando a la huelga y a la
gran concentración en plaza Omonia, esta mañana, para marchar desde allí hasta
el palacio del Parlamento en plaza Sintagma: el recorrido clásico de las
marchas reivindicativas. Los llamamientos más insistentes en ese despliegue de
posters eran, en mi apreciación personal, los de Syriza, primer partido del
país hoy día en intención de voto, y PAME. Este último es el sindicato
vinculado al Partido Comunista griego (KKE). Las cuatro letras son la sigla de
un título que no transcribo para no hacerme pesado, pero además componen una
palabra corriente, que en castellano sería: “Vamos”. Un pariente próximo de la
idea de los Podemos y Ganemos de nuestras latitudes.
Imposible trasladarnos al
centro esta mañana, porque el metro funcionaba en servicios mínimos y pasando
de largo de las estaciones neurálgicas, y el transporte de
superficie estaba en las mismas condiciones. Me he dado un largo
paseo por la Iera Odos, la principal arteria de Egáleo. La Iera Odos (Vía
Sacra) era la calzada que conducía desde el centro de la Atenas clásica hasta
el santuario de Eleusis (hoy Elefsina), donde tenían lugar unos célebres
misterios. Hoy es una avenida comercial. Casi dos de tres comercios han cerrado
en los últimos años debido a la crisis, pero los que sobreviven estaban
abiertos; el tráfico rodado era tan congestionado como siempre, y los quioscos
de prensa ofrecían, ya que no la prensa diaria, sí las revistas extranjeras en
papel cuché (Elle, Woman, Cosmopolitan) más los refrescos y las
chucherías habituales. Percibí, además de la casi normalidad callejera, algunos
tímidos signos de recuperación: en dos o tres locales comerciales cerrados
desde un quinquenio atrás había obras para su reapertura (si no engañan los indicios,
serán baretos y locales de fast food), y se habían renovado las
fotografías de bellas modelos de Woman’s Secret en los grandes paneles
situados en alto junto al cruce con Zibon (calle Tebas). Más allá de las
profundas heridas sufridas por esta ciudadanía, el dinero se acuerda de ella
para incitarla al consumo con guiños de glamour y lencería.
El plan de quita parcial y/o
aplazamiento de la devolución de la deuda presentado por el gobierno griego ha
sido rechazado por la troika, y a la inversa no han sido aceptadas
nuevas exigencias de austericidio para un país asfixiado y casi
exangüe. Esas son por lo menos las novedades que hemos alcanzado a
saber a través de una televisión poco fiable en general, y hoy en servicios
mínimos. La huelga ha sido seguida masivamente. Las espadas se mantienen en
alto. Es una buena noticia, para los griegos y también para nosotros los
españoles.
2.- El
laberinto griego
(Con mis disculpas a MVM por
copiarle el título)
Atenas,
8.12.2014. Ni a la troika
le han gustado los presupuestos para 2015 preparados por el gobierno griego, ni
el primer ministro Andonis Samarás acepta de momento la “reforma” sugerida por
las altas autoridades económicas del mundo mundial, consistente, faltaba más,
en nuevas rebajas salariales y despidos de funcionarios. El impase va a
desembocar por el instante en una “prórroga técnica” de la situación anterior,
para la que se había previsto como plazo final el límite del 31 de diciembre.
El comisario europeo Moscovici no ha desvelado aún si la prórroga se extenderá
durante un período corto, de uno o dos meses, o si se prolongará hasta seis
meses. El detalle tiene más enjundia de lo que puede parecer a primera vista.
Samarás es,
como algunos otros primeros ministros del área euro, un político esencialmente
gris, un hombre de la periferia (viene de Pilos, en la punta occidental del
Peloponeso) que ha hecho su carrera política a la sombra de Mitsotakis hasta la
retirada del patrón. En la pugna subsiguiente por el poder en el seno de la
conservadora Nueva Democracia, Samarás hizo valer su dominio del aparato y sus
amplios contactos con las alcantarillas del poder. Pero desde entonces sus
defectos se han hecho más y más visibles cada día: es un hombre sin carisma y
sin ideas, incapaz de trazar un plan de acción creíble ni de hacer un discurso
más allá de las vaciedades de rigor. Sus reacciones son característicamente
lentas, de modo que los hechos, la realidad fáctica, parecen siempre ir un par
de pasos por lo menos por delante de él.
A falta de la
última entrega del “rescate” de la deuda griega, por valor de 1.800 millones de
euros, Samarás vendió antes de la entrevista en la cumbre de este mes la
noticia de que lo peor de la crisis había pasado ya, Grecia estaba en
condiciones de recuperar el timón de su economía sin necesidad de tutelas
comunitarias, y los brotes verdes crecían pujantes por doquier. Era en
cualquier caso la última bala que le quedaba en la recámara, porque el próximo
mes de febrero necesitará en la Vuli (el parlamento) una mayoría de votos
cualificada – que no tiene – para ser reelegido jefe del gobierno; o bien habrá
de ir a unas elecciones generales a las que teme como a un nublado, porque en
el horizonte se delinea la amenaza de Syriza.
Ante la troika
utilizó una doble estrategia: unos presupuestos asépticos para no aumentar la
irritación muy considerable de la ciudadanía, y el socorrido argumento del
miedo a lo que vendrá, para convencer a los amos de la caja fuerte. “Decidme
que sí a mí, aunque no os guste, porque siempre será mejor que lo que os
planteará el próximo jefe de gobierno, si Syriza gana las elecciones.”
La troika se
ha puesto chula: «Nos da igual quien gobierne, lo que queremos es que se pongan
en marcha las reformas.» Aún intentó Samarás una finta. ¿Se han entrevistado
con Tsipras, el líder de Syriza? ¿Saben bien lo que está proponiendo la
izquierda radical y desestabilizadora? Y la respuesta: «Nosotros solo hablamos
con gobiernos, no con partidos.»
De modo que no
es indiferente que la prórroga de la actual etapa del rescate griego se limite
a uno o dos meses, o se alargue hasta seis. Porque en febrero podría haber
disolución de la Vuli, y en marzo unas elecciones en las que todo será posible.
Lo que ocurra luego con la deuda y con esos 1.800 millones no está aún escrito,
pero son cuestiones que, por más que quizás a algunos les suenen a coros
angélicos perdidos en la lejanía, nos implican a todos. Esta va a ser una
batalla global. Rectifico: va a ser la primera escaramuza de la gran batalla
global que se anuncia ya en distintos foros.
3.- Griegos
en un laberinto
Atenas, 13.12.2014. El ambiente político se ha espesado en Atenas,
a partir del fracaso de la cumbre con la troika para la entrega de la parte
pendiente del rescate. Proliferan los furgones policiales aparcados en las
calles, incluso en sitios inesperados y a horas inocentes. Las manifestaciones
son más agresivas; en muchas se juega con fuego, en el sentido literal de la
palabra, y se busca el contacto directo con los antidisturbios. También en más
de una ocasión piquetes aguerridos de Amanecer Dorado en uniformes
paramilitares han ejercido de fuerza represiva directa contra los manifestantes
de izquierda, mientras los soldados se limitaban a observar.
Andonis Samarás, el primer
ministro, culpa de la espiral de violencia a Syriza. No solo de la espiral de
violencia. Enfatiza que no va a consentir que la izquierda radical y populista
lleve al país al caos y la ruina, por más que el caos y la ruina están ya ahí
desde antes de la posible llegada de Syriza al gobierno.
Un consejo sibilino que
fuentes relacionadas con Nueva Democracia están dando a la ciudadanía – siempre
a través de insinuaciones indirectas, porque una cosa así no es posible
plantearla en términos crudos, siquiera sea por decoro –, es que se apresuren a
sacar sus ahorros del banco antes de la fecha de las próximas elecciones,
porque después tal vez ya no podrán hacerlo.
La advertencia cae por el
momento en saco roto. El objetivo, muy claro, del runrún es frenar mediante el
voto del miedo al partido de Tsipras, pero quienes tienen cantidades
importantes de dinero en los bancos de Grecia no iban a votar a Tsipras de
todos modos. Es más, ya hace años que la mayor parte de los capitales privados
griegos está colocada, o bien en sucursales de bancos extranjeros, o bien
directamente en el extranjero. No por miedo al radicalismo de Syriza, sino por
la consabida disyuntiva entre patriotismo y patrimonio, sobre la cual no hacen
falta mayores explicaciones. En la situación actual la mayoría de los
habitantes censados en el país, para los cuales tener dinero ahorrado es tan
irreal como un cuento de hadas, no vería mal una intervención de la banca, por
si de ese modo es posible hacer aflorar unos capitales que se han revelado
sumamente volátiles desde que se inició la prolija operación del rescate
financiero.
La senda constitucional que
debe seguirse a partir de este momento es clara. Samarás intentará de aquí a
febrero aprontar los votos que le faltan para asegurar la elección
presidencial, bien en la persona de su propio candidato o bien en la de una
persona capaz de generar consenso. Si no se consigue esa mayoría, el jefe del
gobierno habrá de disolver el parlamento y convocar elecciones generales de
forma inmediata. No son del todo descartables fugas hacia adelante ni tiradas
por calles de en medio, pero estas serían penalizadas con un aumento de la
inestabilidad interna y del aislamiento internacional. Algo que resultaría
gravoso en exceso incluso para los estamentos más antieuropeos y más
insolidarios de un país en bancarrota, enfeudado sin remedio a sus acreedores y
dependiente de forma absoluta de un turismo que a día de hoy es la única fuente
de ingresos que presenta un comportamiento positivo.
4.- Humor
negro griego
Atenas, 19.12.2014. Ya están colocadas las decoraciones navideñas
en el centro de Atenas, y las familias acuden en masa para verlas. En el centro
de la plaza Sintagma (pronunciar Síndagma) refulge un barco de
vela transparente y cuajado de pequeñas bombillas. Aquí Papá Noel no viene en
trineo, sino en un barco cargado de regalos. Tampoco se llama Papá Noel sino
San Nicolás, nombre que antecede en varios siglos y se corresponde con el Santa
Claus americano. Los nicolases con barbas blancas postizas y vestidos de rojo con
botas negras y capuchón puntiagudo recorren la plaza para recoger las cartas
que les traen los niños. Sigue habiendo policía aparcada en las cercanías, pero
es mucho menos visible. El ambiente es de fiesta, de fiesta consumista, como en
cualquier otra capital europea.
El candidato a presidente
Stavros Dimas solo obtuvo 160 votos favorables en la primera de las votaciones
previstas en la Vuli (el parlamento). Cuarenta menos de los que necesitaba en
primera instancia para ser elegido; veinte menos de los que necesitará el
próximo día 29, cuando la mayoría cualificada se rebaje de los dos tercios a
los tres quintos para la votación decisiva.
Ganar veinte votos a una
oposición hostil se antoja un mundo. En un programa televisivo de sátira el showman
de turno vestido de Nicolás leía las cartas de los niños: «Como me he
portado bien y he sido bueno todo el año, te pido como regalo de Navidad veinte
votos de diputados de la oposición. Firmado, Andonis Samarás.» Removía
entonces el fondo del saco, entre muñecas, patinetes, camiones y barras de
caramelo, cada vez más preocupado. Por fin, se dirigía al público con una gran
sonrisa: «No nos quedan votos disponibles de diputados, pero traeremos de
todos modos un gran regalo al pequeño Andonakis: ¡¡unas preciosas elecciones
anticipadas!!»
Las opiniones sobre lo que
ocurrirá el día 29 están divididas. Los eternos pesimistas sospechan que
Samarás guarda una carta de triunfo escondida en la manga. Se habla de un nuevo
candidato de consenso, un “tapado”. Se apunta para ello a los diputados de
Izquierda Democrática, pero solo son diez. Convencer a Amanecer Dorado (una
parte del grupo parlamentario fue a votar el otro día directamente desde
prisión, con un permiso especial. Votaron en contra) parece misión imposible:
ellos están violentamente en contra de una mayoría de izquierdas, pero también
están violentamente en contra de la Unión Europea. Así pues, no se sabe bien de
dónde pueden salir los números, aunque muchos siguen convencidos de que los
números cuadrarán.
La opinión contraria la
sostienen, no los optimistas (no quedan ya optimistas en Grecia), sino los
tremendistas. Según ellos, Samarás quiere perder la elección
presidencial. La razón es que aspira a seguir con vida. Cuando después de las
fiestas vuelva a presentarse la troika para discutir la última partida del
rescate, de seguir él en su puesto no tendría más opción que asumir la nueva
tanda de “reformas”… y morir a continuación, cualquier atardecer invernal,
entre dos luces, linchado por una multitud airada. La alternativa que manejan
los tremendistas es que se echará elegantemente a un lado y dejará a Alexis
Tsipras, con las arcas del tesoro vacías y sin amigos en el establishment financiero,
a los pies de los caballos.
5.- Mentiras
intrascendentes
Atenas, 31.12.2014. Ha empezado la campaña para las elecciones
anticipadas en Grecia. Alexis Tsipras, líder de Syriza, la formación de
izquierda favorita en los sondeos de opinión, ha pronosticado en el primer
mitin de su partido, celebrado en un cine céntrico de Atenas, que esta va a ser
una campaña plagada de mentiras terribles en la que la derecha buscará el voto
del miedo.
Seguro que acierta. ¿Por qué
había de ser una excepción esta campaña? Las mentiras son consustanciales a los
procesos electorales; son el perejil de todas las salsas. Mentiras horrendas,
calumnias monumentales, insultos retorcidos hasta la náusea: todo vale en
nuestras democracias. Lo que en otro momento conduciría directamente al
juzgado, si se dice en los idus señalados por las urnas tiene bula. De modo que
habrá mentiras en la campaña griega. Muchas. Terribles. Y voto del miedo,
faltaría más.
Otra cosa distinta es que
esa parafernalia inevitable en las grandes fechas del calendario político tenga
alguna utilidad o trascendencia. En el caso griego es muy dudoso, porque las
cartas para la partida están repartidas boca arriba desde buen principio. Los
comisarios de la troika (la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional) se han apresurado, todos a una y nada más fracasar la votación
parlamentaria para la presidencia de la república, a conminar al nuevo gobierno
griego, sea el que sea, a asumir religiosamente el pago puntual de la
deuda, ahondar en las “reformas” y prestar acatamiento diligente a las
directrices que en cada momento señale el capital internacional homologado.
Ocurre que ni siquiera el
voluntarioso Andonis Samarás puede ser tan dócil como se exige desde los
puentes de mando de la tecnocracia global. Grecia está exangüe, y nuevos
recortes en plantillas, salarios y pensiones la hundirán más aún en la
postración en la que se encuentra. Con un futuro de tintes tan sombríos, si a
los “rescatadores” las condiciones impuestas hasta ahora les parecen
insuficientes, si por ese lado se mantienen con plena rigidez las exigencias y
no se deja ningún resquicio a la esperanza, el miedo a lo desconocido
desaparece. El cambio, cualquier cambio, ya no puede ser para peor.
Para un electorado que ha
apurado hasta las heces las limitaciones de maniobra de la gobernante Nueva
Democracia y de su aliado el Pasok, las dos opciones de cambio disponibles de
forma inmediata son Syriza y Amanecer Dorado. De las dos, Syriza es a pesar de
su radicalidad la opción “centrada”, porque Amanecer Dorado representa la
demencia sin más.
Algunos politólogos señalan
que, en estas condiciones, los ataques a Syriza desde dentro y desde fuera del
país posiblemente incrementarán la propensión ciudadana a votarles. Es un
efecto bien conocido y estudiado cuando se recurre a una polarización estrecha
y extrema en unos comicios. La “apelación a la heroica” futbolera tiene ese
peligro: si acumulas hombres en el área contraria ganas algunas posibilidades
de gol, pero el contrario dispone también de muchas más opciones para un
contraataque fulminante.
Conclusión: las mentiras
pueden resultar útiles, pero solo a condición de no rebasar un límite
determinado. Si se exagera la nota, resultan contraproducentes. Y exagerar la
nota es justamente lo que ha hecho de entrada el partido de Samarás. Su lema
para la campaña es «Nosotros no jugamos con Grecia». La ciudadanía se troncha
de risa.
6.- Color
local
Atenas, 2.1.2015. Ayer, día primero del año nuevo, cerraron los
comercios de Atenas por la fiesta, y hoy siguen cerrados por ser el día fijado
por la tradición para hacer inventario. La tradición es tan fuerte que abarca
no solo a los grandes almacenes y al pequeño comercio de todo tipo, sino
incluso a los puestos callejeros de los mercadillos de viejo, que se verían
probablemente en un apuro si alguien les preguntara sobre qué inventario es ese
de su negocio, y qué procedimientos reglamentarios siguen para llevarlo a cabo.
Con o sin recuentos o
balances, la ciudad dormita la resaca del paso del año bajo un cielo despejado
y un sol que no calienta. El día 31 cayó aguanieve sobre la ciudad, y nieve
espesa en los montes vecinos del Imittos o en Párniza, donde los fuertes
vientos interrumpieron el servicio del teleférico gratuito que sube a los atenienses
hasta el lujoso casino de juego instalado en lo alto de la cadena montañosa.
Ayer siguió el mal tiempo, en seco pero con vientos helados que hacían casi
inservibles bufandas y anoraks. Hoy el frío continúa, aunque ha vuelto el sol.
Es un sol con dientes, según la expresión griega.
Por lo menos mi hija ha
podido colgar la colada en la terraza, refunfuñando porque las sábanas y
prendas de vestir se le ahúman. Y es que, aunque todas las casas del barrio
disponen de calefacción central de gasóleo, ya hace años que el precio
exorbitante de los combustibles mantiene las calderas inactivas y la gente se
calienta quemando en estufas viejas la leña procedente de los bosques vecinos,
y en su defecto muebles, trapos y objetos inflamables varios, no homologados. Hay
noches en las que el aire de la calle es irrespirable.
La recién iniciada campaña
electoral ha quedado paralizada por la fiesta y la resaca consecutivas de estos
dos días. Mañana, con el fin de semana, volverá de nuevo a los escenarios
consabidos el tinglado de la antigua farsa, para regalo de ojos y oídos más y
más escépticos a cada día que pasa.
(Continuará)