martes, 28 de junio de 2022

NO IMPORTA TANTO LA PORCIÓN COMO LA TARTA MISMA

 


Orientándome en los vericuetos de la calle Aghios Fanurios, tal vez la más típica del casco medieval de la ciudad de Rodas.

 

Vivimos una encrucijada global. En otro lugar he señalado las tres características centrales de esa encrucijada: son la innovación tecnológica, la mundialización de la economía y la sostenibilidad como límite último del progreso. El resto ‘debería ser’ silencio, como sugiere alguien al final del quinto acto de Hamlet.

Pero no lo es, muy al contrario. Ese espacio de reflexión y de decisión está ocupado por una algarabía permanente, un reclamo incesante y repetitivo de nuevas prioridades y urgencias en cascada, que entretienen al personal en un correteo permanente desde el penúltimo hasta el novísimo conflicto, en perjuicio de todos ellos y de la sensatez común, de lo que Karl Marx llamaba el general intellect.

No estoy pidiendo que no nos indignemos por los muertos en el asalto de un grupo de migrantes a las concertinas de Melilla; sino que abarquemos toda la complejidad del escenario global y no nos olvidemos de la necesidad de mantener la cohesión de las fuerzas del gobierno de progreso y la presión por la puesta en marcha de un funcionamiento nuevo y equilibrado del mercado de trabajo, además de reclamar la adecuación de los salarios a esa alza abrupta del coste de la vida motivada por una guerra impostada y ambigua, que es la guerra de Putin pero también la de la OTAN y la de Zelenski en Ucrania, lo cual fragmenta y desmigaja las opciones que defiende cada cual desde su propia trinchera ideológica.

Tantos acontecimientos sobrevenidos, que se acumulan y se superponen los unos a los otros, son un signo de la época. Los medios de comunicación y los algoritmos funcionan así, vivimos en la Sociedad de la Información Sesgada en tiempo real. En el gran autoservicio de la propaganda de masas, cada cual puede escoger a su gusto el producto elaborado que prefiere, y adornarlo con las cualidades de lo prioritario y lo indiscutible para luego arrojarlo a la cara de los incrédulos.

Tendremos que acostumbrarnos a esta balumba, y aprender a filtrarla en un cedazo como hacían los buscadores de oro, para desechar la ganga y guardar aparte, en un escondite íntimo, las pepitas de metal precioso.

Es una asignatura pendiente que tenemos desde hace muchos años. Deslumbradas por el brillo del progreso, las clases trabajadoras han renunciado históricamente a controlar dos funciones económicas esenciales, como son la producción y el consumo. Toda la pelea se ha centrado en la distribución; en la porción de la tarta, por decirlo de algún modo, sin atender a que esta fuera o no alimenticia, indigesta o incluso venenosa.

Se trataría ahora de ampliar el terreno de las reivindicaciones, en busca de una igualdad mas auténtica y de una libertad más firme. No solo queremos más retribución para el trabajo, sino una producción más racional dirigida a tener las cosas realmente necesarias, y un consumo más amplio, social e inclusivo.

De tanto en tanto se vuelve a recordar el fundamental discurso de Enrico Berlinguer sobre la austeridad; pero muchas personas están convencidas de que iba dirigido a la izquierda, al mundo del trabajo. De ninguna manera; Berlinguer hablaba como estadista, para el país en su conjunto. El doble rasero de austeridad para los trabajadores y derroche para los detentadores del capital, es una ratonera en la que no debemos dejarnos atrapar.