Atenas
vista desde el lugar donde, según la tradición, predicó el apóstol Pablo, en la
ladera de la Acrópolis. A la izquierda de las dos figuras femeninas se reconoce
el templo de Teseo, el Theseion; a la derecha, la estructura alargada de la
Stoa de Attalo; entre ambas, el Ágora antigua.
Estoy ahora mismo, de nuevo, en la patria clásica común
donde crece el limonero de Goethe; aquí el arrullo quejumbroso de las tórtolas te acompaña
todo el año, porque ya no se ven obligadas a emigrar más al sur; y el sol
abrasa en verano, tiene “dientes” en invierno, y ciega en cualquier estación a
quien comete el error de mirarlo de frente. Estoy en Grecia.
He leído durante el viaje un libro bien publicitado,
de autor conocido y de buen corte y confección; cualidades muy apreciadas en
estos tiempos en que se alaba el libro a tanto la docena, o sea la cantidad más
que la calidad de libro, desde la perspectiva general de que leer mucho es
preferible a leer poco, y leer poco, mejor que no leer nada. Muy cierto todo
ello, pero asimismo desolador descubrir que un autor prestigioso es
en el fondo un adicto a la vieja regla del “funciona bien, luego ahí va más de
lo mismo”. No voy a dar nombre ni título porque no es mi propósito ejercer de
poncio; pero sí voy a copiar una reflexión de Ursula K. Le Guin, autora de
otra parte por la que no siento ninguna afición particular.
Dice así Ursula, secundum Facebook, en el blog “La
casa de las letras”:
«Ahora mismo, creo que necesitamos escritores que entiendan la diferencia entre producir un bien de mercado y practicar un arte. Desarrollar material escrito que encaje en estrategias comerciales para maximizar los beneficios corporativos e ingresos publicitarios no es del todo lo mismo que publicar libros con responsabilidad o ser un autor.»
Otra cuestión que me ha producido maravilla viene de la Brevería nº 17 que ha colgado con esmero en su muro de FB José Luis López Bulla. Al parecer, ERC ha notificado ya a Sánchez que le será imposible apoyar los presupuestos generales para 2023, presupuestos que ni siquiera se han empezado a elaborar.
La maravilla viene de la existencia de grupos que consideran
aún que “hacen política” mediante esta rutina de enviar un mensaje propio de
patio de colegio: “Sepas que ya no te estoy amigo.” Sospecho que mi alter ego
Paco el Trampas (Frankie Tricks, private eye de Chicago), que anda ahora
mismo investigando casos parecidos, diría que se trata de otra vuelta más de
una tuerca pasada de rosca. Se ejerce el movimiento, pero no se aprieta. Todo es un deslizarse sin sentido.