El reciente informe
sobre el empleo de la Comisión Europea apunta a una situación “crítica” de
España en los temas de la desigualdad de rentas y la formación, con unos
índices muy altos de abandono escolar, que es otra forma de desigualdad. En
otros indicadores sociales, la valoración de la situación española no es tan
mala, pero se mantiene “bajo vigilancia” (solo un escalón por debajo de lo “crítico”).
En conjunto, el juego cruzado de desigualdades y discriminaciones nos sitúa
como parte de un pelotón de los torpes compuesto además por Grecia, Bulgaria y
Lituania.
Hay diferencias
excesivas en las tasas de empleo entre los trabajadores más y los menos
cualificados; en la distribución de las mejoras en empleo entre los distintos
grupos de población; en las oportunidades de acceso a la educación, la
formación y la protección social. La Comisión recrimina al Gobierno español el mal
comportamiento de los mercados de trabajo y el impacto escaso de sus políticas
sociales. Deberían mejorarse el diseño de los impuestos, los sistemas de
prestaciones sociales y el impulso a la igualdad de oportunidades en la educación
y la formación.
Desigualdades y discriminaciones
graves, y en algunos casos aún en crecimiento, cuestionan el mantra
gubernamental de que “estamos en el buen camino” de la salida de la crisis. Al
respecto, en las filas del ejecutivo se hace uso de una combinación letal que
consiste por una parte en cerrar los ojos, y por otra en mirar aplicadamente a
otro lado.
Recientemente, ese
otro lado a donde se mira es de preferencia el problema catalán. Cataluña es
una de olla de grillos que contrasta con la serenidad de las aguas límpidas en
el resto de la geografía patria. Eme Punto Rajoy, el hombre que combate las
desigualdades con sobresueldos a sus leales, se felicita ahora a sí mismo por
el éxito de su terapia especial ciento cincuenta y cinco para el problema
catalán. La morosa atención prestada a la lucha contra el separatismo y el
populismo le permite insistir en el “buen camino” del “sentido común” emprendido
hace cinco años, por más que la cosecha en bienestar sea magra para el conjunto
de la ciudadanía, si exceptuamos a los paniaguados del partido alfa.
La Comisión Europea
urge al gobierno español a emprender rectificaciones de fondo, que ni siquiera
son percibidas en la lontananza por nuestro ejecutivo. Están en riesgo, dice el
informe de la Comisión, «la equidad, la inclusión social y el crecimiento
sostenible».
Ni flores.
Los árboles no
dejan ver el bosque. Las banderas que proliferan en las grandes avenidas no nos
permiten ver con claridad que este gobierno es, en sí mismo y en sus formas de
ejercer, un peligro cierto para todos.