Se ha constituido la
comisión parlamentaria para la reforma constitucional que exigió el PSOE a
cambio de apoyar la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Pero la iniciativa
no parece que vaya a tener un gran recorrido. Eme Punto Rajoy ya ha declarado que
él cumple con crear la comisión, pero que no tiene intención de reformar nada.
Más aún, que es absolutamente contrario a cualquier reforma del tarro de las
esencias, por mínima que sea y venga de donde venga.
Eme Punto es el
puto amo.
No se adormilen
ustedes en los laureles, que la cosa va más allá. Se pactó entre el gobierno de
su majestad y la leal oposición un 155 limitado en el tiempo y en las formas:
justito justito hasta el día de las elecciones, y sin estropicios por medio. Sin
embargo, ahora se habla de alargar el plazo hasta la formación de Govern (puede
darnos la intemerata, tal y como están las cosas) e incluso más allá, si el
Govern que finalmente se constituya es sospechoso de querer volver a las
andadas. Tampoco se marcharán tan deprisa las fuerzas policiales desplazadas a
territorio catalán para garantizar el orden. Piolín se ha ido del puerto, pero
parte de sus moradores siguen en tierra a verlas venir.
Al mismo tiempo el
gobierno de la nación, visto el gran resultado de la cientocincuentaycinquización
en la provincia catalana, otea en otras direcciones con la intención de aplicar
el mismo bálsamo a diferentes realidades territoriales y/o institucionales que no acaban de funcionar a su gusto.
Que Eme Punto es el
puto amo, nadie lo puede negar.
Quizá la idea que
se hace la primera fuerza opositora del país sobre los compromisos de Estado no
es la mejor ni la más afinada posible, estando Eme Punto por medio. Pedro
Sánchez hará bien si se lo piensa dos veces y luego cuenta hasta cien antes de
suscribir más pactos de Estado a la babalá. A Eme Punto no le tiembla el pulso
por una firma más o menos, pero en el momento de cumplir lo prometido no
considera que dicha firma le suponga ninguna atadura. Se trataría, para
expresarlo con una metáfora adecuada, de una atadura en B para un gobierno en
A; algo no consignado en ningún registro oficial pertinente, y susceptible además, caso
de que sí constara en algún disco duro perdido y hallado en el templo, de ser borrado treinta y dos veces sucesivas
y machacado luego a martillazos.
Cosa muy dentro del
alcance de las capacidades del puto amo, como es de sobras conocido.
Haría bien Pedro
Sánchez en refrescar su catalán y prestar atención a lo que (más o menos) escribía
Joan de Timoneda hace cinco siglos y medio, y cantaba Raimon hasta hace apenas
unos meses, cuando decidió dar por finalizada su admirable carrera: Qui té anguila per la cua / i en Mariano per
la fe / bé pot dir que res no té (“Quien tiene una anguila por la cola, y a
Mariano por la fe, bien puede decir que no tiene nada.”)