martes, 28 de noviembre de 2017

EL PERRO DE CAMPO QUE MEA EN LA CIUDAD


En un mundo cuajado de “posverdades”, que es la forma posmoderna de llamar a las mentiras, quizá sea necesario puntualizar la verdad rotunda, la verdad verídica y verdadera si se quiere, del «aviso a sindicalistas» que lanzó ayer en su bitácora José Luis López Bulla (1). A saber, que Javier Aristu y un servidor estamos terminando al alimón la traducción de una muestra significativa de los Diari 1988-1994, de Bruno Trentin, editados en Italia por Ediesse a cargo de Iginio Ariemma. Nuestro esfuerzo, bien arropado en otros textos explicativos y aclaratorios de la originalidad radical y el sentido innovador de la propuesta de Trentin, se publicará bajo el sello ya consolidado de “Pasos a la Izquierda”, y José Luis lo sabe de buena tinta porque está en el ajo de este proyecto desde el inicio mismo. No en balde es el primer promotor y el más importante divulgador de la obra de Trentin en nuestro país y en nuestra lengua común, lo que le convierte en el principal difusor, también en amplios espacios de América latina, de un sindicalismo terriblemente actual, es decir consciente de su lugar, de sus problemas y de sus potencialidades en el nuevo paradigma de la producción basada en las tecnologías digitales y las herramientas sofisticadas que estas proporcionan; pero también en la permanencia del modelo liberador del trabajo como medio de autorrealización de un inmenso colectivo de personas, diversas entre ellas pero unificadas en los libros de sociología bajo la etiqueta común de “clases subalternas”. Sindicalismo, en consecuencia, “de clase”, sin tapujos que lo adulteren. Desconfíe de las imitaciones.
Una anécdota puede ser significativa de la actitud de Trentin en la encrucijada decisiva entre un sindicalismo “tal como venía siendo” y la práctica sindical necesaria en las nuevas condiciones. Jamás habría mencionado él esta anécdota en el contexto severo de sus libros, sus informes a la dirección o sus conferencias públicas; pero en el repliegue íntimo de unos diarios de trabajo que nunca destinó a la publicación, la imagen a la que se refiere le impacta tanto que la trae a colación hasta tres veces. Es la anécdota de su perro de caza Matteo, criado en el campo, que trasplantado a la ciudad mea sobre el cemento o el asfalto, pero enseguida busca con afán un parterre o un alcorque y escarba con la intención fallida de tapar con tierra la orina que ha derramado a varios metros de distancia.
El perro Matteo da la imagen de la disociación entre un contexto original, en el que el hábito estaba perfectamente coordinado y justificado, y un contexto nuevo y mal asimilado en el que el esquema de conducta pasa a ser absurdo e inútil. El mismo tipo de comportamiento esquizofrénico de una izquierda tanto sindical como política que, perdida la orientación, insiste en seguir comportándose como si los viejos puntos cardinales no hubieran sido desplazados por nuevas realidades que exigen un repensamiento general, por no decir una refundación, de los principios y los objetivos del sindicalismo y de la política económica en un mundo cambiado.