Quienes nos
aseguraban alegremente que la independencia estaba a tocar, que no iba a pasar
ninguna desgracia y no había que tener ningún miedo, nos aseguran ahora
exactamente lo contrario. Marta Rovira, número dos de Esquerra Republicana de
Catalunya (ERC) y candidata in pectore
de Oriol Junqueras para la presidencia de la Generalitat después de las próximas
elecciones ilegítimas, cuenta a quien la quiera oír (en RAC1) que desde “Madrit”
se amenazó al Govern legítimo con muertos en las calles si se tiraba adelante con
la DUI.
No fue esa la
sensación que tuvimos en su momento. Como pruebas en contrario, se pueden
señalar por lo menos dos: 1) que sí se tiró adelante con la DUI; 2) que no hubo
– afortunadamente – víctimas personales como consecuencia de aquel poco
memorable “acto simbólico”, para darle la calificación elegida por Carme
Forcadell, presidenta del extinto Parlament y que ya ha anunciado su intención
de reincidir en el intento, en las filas precisamente de ERC.
Nos encontramos así
ante un relato perfectamente duplicado: no habíamos de tener miedo, y por ello
se tiró la independencia para adelante, pero sí habíamos de tener miedo, y por esa
razón se recurrió al simbolismo, no fuera que alguien prenguès mal. En consecuencia, no disponemos aún de una independencia
de la buena, pero todo se apañará en una próxima legislatura si mantenemos la
fe, y ampliamos en lo posible el voto masivo al mismo circo que nos ha colocado en
una situación insoportablemente desairada. Después del sí pero no, ahora es llegado
el momento del no pero sí. Adelante una vez más con los faroles. Del simbolismo
del que nunca fuimos informados vamos a pasar ahora a la realidad real, sin ser
informados tampoco de cuáles son las circunstancias que han cambiado. El paso se hará sin necesidad
de rendir cuentas a nadie por el estropicio causado, y sin aclarar quién ni cómo habrá
de pagar la cuantiosa factura.
Eso sí, se nos
aclara que la nueva independencia llegará esta vez sin DUI, para evitar que
llegue la sangre al río. Ahora el proceso incluirá la búsqueda de un consenso pacífico
y relajado con un gobierno central dispuesto a freírnos a todos a tiros, a la
más mínima.
Lo decididamente
insoportable de Marta Rovira no es que sea mentirosa, que Deu n'hi do, sino que además es redicha.
Me trae recuerdos ominosos de una “seño” que tuve en el parvulario: ella
siempre lo sabía todo, y nosotros/as, la liga de los con bata, no solo no sabíamos
nada sino que tampoco merecíamos saberlo.
No se puede
humillar así la dignidad innata de un/una párvulo/la. Si Marta Rovira sabe más
que nosotros, que nos lo cuente. Pero sin trampas. No a través de dos relatos
contradictorios que estamos obligados a creer a pies juntillas, los dos a la
vez.