Quizá sea oportuno
recordar que "elpais", ese monstruoso conglomerado político-comunicativo al
servicio del pensamiento único, rescindió de forma abrupta las colaboraciones
habituales de John Carlin sobre fútbol (la sombra de Florentino es alargada) y
sobre temas políticos (Cataluña es tabú). Aquel fue another brick in the wall, un ladrillo más en el muro. Lo diverso
no tiene lugar en una idea de España nacionalista, populista, inquisitorial, revanchista,
que se conformó ideológicamente a partir del franquismo sociológico (Una,
Grande y Libre) y que ha perdurado como el secreto a voces mejor guardado y el vicio
peor de nuestra democracia aún coja en muchos aspectos. Bien es verdad que
"elpais" no está al servicio de un falangismo no tan residual (se ha oído mucho
el Cara al sol en el centro de Barcelona, estos días), sino de la multinacional
Dinero SL; pero los dos poderes, el ideológico y el económico, reman a la par, y existen
numerosos lazos de unión y puertas giratorias que establecen una comunicación
fluida entre ambos.
Por eso ha sido una
alegría ver de nuevo la firma de Carlin, ahora en una columna de opinión de
"lavanguardia", y además con una declaración explícita de amor: “Desde Londres
con amor” (1).
Carlin aporta un
hálito de sentido común: qué innecesario y qué deplorable ha sido todo esto.
Cierto. Todo esto. Lo que se dice con palabras rotundas (sobre Puigdemont), más
lo que se transparenta en el modo de actuar del tándem gobierno-judicatura. A
saber, dicho con palabras de Carlin: «Lo que me abrumó fue la claridad con la
que vi la mezcla de ira, u odio o revanchismo o quién sabe qué complejos que
motivan las acciones políticas de aquellos señores y señoras del establishment
político español, pero especialmente los del Partido Popular con las ganas
locas que han tenido de imponer su autoridad sobre Catalunya.»
Uno de los tópicos que conviene revisar con
carácter de urgencia por obsoletos es el de una Cataluña rica frente a una España pobre.
Todos los datos disponibles sobre la producción y sobre la distribución de la
renta indican que Cataluña no destaca en particular en ningún aspecto, y que
Madrid, en concreto, es bastante más rica en términos de renta. El Estado
centralizador había acabado ya hace años con la fortaleza industrial diferencial catalana;
la crisis ha hecho el resto. Véanse los datos del desempleo y los umbrales de
pobreza y se comprobará que las/los catalanas/es no están sensiblemente por
encima de otras comunidades en todos estos aspectos.
La última contradanza del cotillón, la independencia
porque sí, se ha concretado a partir del choque cruento entre dos elites extractivas
voraces que se disputaban el mismo territorio (no estrictamente el territorio
catalán) con los mismos procedimientos: los recortes de los servicios sociales,
la privatización egoísta de lo comunitario, quién es el césar al que debe pagar
tributo el pueblo llano. El Govern catalán en retirada se ha inventado una
legitimidad ad hoc, pero el Gobierno español (secundado por sus avanzadillas
tácticas: los fiscales, la jueza Lamela) está planteando el desmantelamiento de
un enemigo que no es enemigo, la sumisión incondicional de una ciudadanía que ostenta
derechos inalienables individuales y colectivos, y los ejerce, y es necesario
que los siga ejerciendo.
¿Qué esa ciudadanía piensa distinto de como piensa el
gobierno (circunstancial) español? No es ni un delito ni un pecado; al
contrario, es normal en democracia. Y Mariano Delenda y Soraya SS deberían
esforzarse en cuadrar sus neuronas para considerar normal lo que a nivel de
calle es sencillamente normal.
Bienvenido de nuevo, John Carlin, y gracias por
recordarnos unas verdades tan palmarias, con tanto cariño.