miércoles, 1 de noviembre de 2017

BIENVENIDO DE NUEVO, JOHN CARLIN


Quizá sea oportuno recordar que "elpais", ese monstruoso conglomerado político-comunicativo al servicio del pensamiento único, rescindió de forma abrupta las colaboraciones habituales de John Carlin sobre fútbol (la sombra de Florentino es alargada) y sobre temas políticos (Cataluña es tabú). Aquel fue another brick in the wall, un ladrillo más en el muro. Lo diverso no tiene lugar en una idea de España nacionalista, populista, inquisitorial, revanchista, que se conformó ideológicamente a partir del franquismo sociológico (Una, Grande y Libre) y que ha perdurado como el secreto a voces mejor guardado y el vicio peor de nuestra democracia aún coja en muchos aspectos. Bien es verdad que "elpais" no está al servicio de un falangismo no tan residual (se ha oído mucho el Cara al sol en el centro de Barcelona, estos días), sino de la multinacional Dinero SL; pero los dos poderes, el ideológico y el económico, reman a la par, y existen numerosos lazos de unión y puertas giratorias que establecen una comunicación fluida entre ambos.
Por eso ha sido una alegría ver de nuevo la firma de Carlin, ahora en una columna de opinión de "lavanguardia", y además con una declaración explícita de amor: “Desde Londres con amor” (1).
Carlin aporta un hálito de sentido común: qué innecesario y qué deplorable ha sido todo esto. Cierto. Todo esto. Lo que se dice con palabras rotundas (sobre Puigdemont), más lo que se transparenta en el modo de actuar del tándem gobierno-judicatura. A saber, dicho con palabras de Carlin: «Lo que me abrumó fue la claridad con la que vi la mezcla de ira, u odio o revanchismo o quién sabe qué complejos que motivan las acciones políticas de aquellos señores y señoras del establishment político español, pero especialmente los del Partido Popular con las ganas locas que han tenido de imponer su autoridad sobre Catalunya.»
Uno de los tópicos que conviene revisar con carácter de urgencia por obsoletos es el de una Cataluña rica frente a una España pobre. Todos los datos disponibles sobre la producción y sobre la distribución de la renta indican que Cataluña no destaca en particular en ningún aspecto, y que Madrid, en concreto, es bastante más rica en términos de renta. El Estado centralizador había acabado ya hace años con la fortaleza industrial diferencial catalana; la crisis ha hecho el resto. Véanse los datos del desempleo y los umbrales de pobreza y se comprobará que las/los catalanas/es no están sensiblemente por encima de otras comunidades en todos estos aspectos.
La última contradanza del cotillón, la independencia porque sí, se ha concretado a partir del choque cruento entre dos elites extractivas voraces que se disputaban el mismo territorio (no estrictamente el territorio catalán) con los mismos procedimientos: los recortes de los servicios sociales, la privatización egoísta de lo comunitario, quién es el césar al que debe pagar tributo el pueblo llano. El Govern catalán en retirada se ha inventado una legitimidad ad hoc, pero el Gobierno español (secundado por sus avanzadillas tácticas: los fiscales, la jueza Lamela) está planteando el desmantelamiento de un enemigo que no es enemigo, la sumisión incondicional de una ciudadanía que ostenta derechos inalienables individuales y colectivos, y los ejerce, y es necesario que los siga ejerciendo.
¿Qué esa ciudadanía piensa distinto de como piensa el gobierno (circunstancial) español? No es ni un delito ni un pecado; al contrario, es normal en democracia. Y Mariano Delenda y Soraya SS deberían esforzarse en cuadrar sus neuronas para considerar normal lo que a nivel de calle es sencillamente normal.
Bienvenido de nuevo, John Carlin, y gracias por recordarnos unas verdades tan palmarias, con tanto cariño.