Se diría que en
Cataluña las cosas ya no acontecen, sino que se desparraman. La tocata y fuga
de Puigdemont puso la guinda al pastel indigesto de la independencia
unilateral: uno no proclama la independencia ante el coro de las naciones y en
el minuto siguiente se larga a un país seguro para pedir asilo político (o no
pedirlo, no se sabe bien; con Puchi todo son amagos, esbozos y actos inconclusos).
Es un problema de estética, si quieren, pero sin duda habría sido más cómodo para todos que el aún entonces president no declarara la DUI y viera esa
noche la tele en casa, en zapatillas.
Acompañaron a Puchi
en su exilio no forzado algunos consellers. Hubo quien regresó de Bruselas, y
quien se ha quedado allí. El Govern ha dado la sensación de ser el ejército de
Pancho Villa, a uno y otro lado de la frontera al mismo tiempo y predicando a
sus fieles la unidad de propósito que ellos mismos no practican.
En este terreno de
cultivo los traidores florecen como las setas después de la lluvia: el último no
ha sido Carles Puigdemont y tampoco Toni Comín, cosa extraña. Según el último
boletín de noticias oficiosas, ambos están en Europa en una misión sagrada, para
reclamar de la Unión en general y de Donald Tusk en particular una actitud solidaria
con el procés. El último traidor es, entonces, el ex conseller de Empresa Santi
Vila. Los tuits ya lo señalan abiertamente.
La jueza Lamela ha
metido en prisión preventiva a todos los consellers que han caído en sus manos,
menos uno, Vila, al que exige una fianza de 50.000 euros. La fuga del excéntrico
Puchi ha servido de justificación; si él se ha escapado, también los demás lo
harán si tienen ocasión. La han tenido, sin embargo, y no se han ido; se les debería
tratar con algún respeto, siquiera en su condición de personas humanas. El
fiscal Maza (“Más dura será la caída”) ve bien los procedimientos expeditivos
de la jueza: «Bastante paciencia hemos tenido ya.»
El Tribunal Supremo
se atiene cuando menos a las garantías procesales, concede a los abogados el
tiempo solicitado para preparar sus defensas, y apunta a un delito, no de rebelión
(no ha habido ninguna conducta violenta), sino de conspiración para la
rebelión. Lamela y Maza van, en cambio, por lo derecho: garrotazo y tentetieso,
y las posibles reclamaciones, al maestro armero.
También ellos están
conspirando para la rebelión, más aún, la están convocando. Algún articulista
se pregunta para quién trabajan en realidad: si para el Estado de derecho o
para la implantación de un régimen sensiblemente más escorado a lo autoritario.
En España empezaría a amanecer, según ellos.
Lo veremos. Mientras,
Cataluña ha sido la autonomía donde menos nuevo empleo ha habido y más ha
crecido el paro en el pasado mes de octubre. Los datos de las demás comunidades
son malos también, en general; pero no tanto.