De forma tradicional se incluye a la banca en el sector
Servicios de la economía. La cosa es plausible, sobre todo si se añade una
precisión: Servicios Recibidos. Lo digo porque, después de dos grandes rescates
sucesivos por valor de muchos miles de millones de euros, el Gobierno ha hecho
por decreto, es decir, sin pasar por la fiscalización del parlamento, la
institución que encarna (de forma más teórica que práctica) la soberanía
nacional, un jugoso regalo a la banca española: se le permite la capitalización
desde ahora mismo de las futuras deducciones fiscales que puedan
corresponderle. Para calcularlas, cada cual no tiene más que tirar de papel y
lápiz y empezar a sumar.
Esas deducciones es innecesario señalarlo, no las vamos a tener
ni usted ni yo. Ni soñar, encima, en que se nos conceda la posibilidad de
monetizarlas. El favor que desde el gobierno se hace a la banca se inscribe,
sencillamente, en un marco ya añejo y bien consolidado de colusión entre los
intereses privadopúblicos y los publicoprivados. También, y por la misma regla
de tres, se ha rescatado a las autopistas madrileñas, que se encontraban al
borde de la quiebra dolosa. Mientras tanto, siguen los desahucios a familias
impotentes para conseguir créditos, ni baratos ni caros.
El ahorro que supone para la banca (privada, no lo olvidemos)
esa concesión graciosa del gobierno se sitúa en el orden de los 40.000 millones
de euros. O sea, nuestra banca está que rebosa. Las agencias internacionales,
los Fitch y Standard & Poor’s, le han subido la nota. Con disimulo, se
relamen al hacerlo. Todo esto será carnaza, a fin de cuentas, para el próximo
vendaval especulativo global que sople desde Singapur o desde Cincinnati. Aviso
a navegantes: ya va faltando menos para tal evento.
La bonanza actual de las finanzas de nuestro país, sin embargo,
es innegable. Siempre y cuando no miremos a nuestro alrededor. Y es que, como
ocurre con los videojuegos, la pétrea solidez de nuestras instituciones de
crédito y ahorro sólo es visible en el ordenador. Aquí, si uno clica con
astucia y se vale de los diversos Bonus, los miles de millones se multiplican
hasta alcanzar cantidades inverosímiles. “You Win”, te saluda la nube de
colores con un fondo sonoro de explosiones de cohetes. Pero si el aparato está
apagado y la pantalla en negro, los datos son diferentes. Sigue la contracción
del crédito, el paro apenas desciende, no hay creación de empleo, las
exportaciones menguan, las pensiones van a ser recortadas de nuevo, las
facturas de la luz engordan y la Unión Europea apremia para que se suba más el
IVA. En todos estos asuntos, la exuberante lozanía de nuestra banca privada es
un factor desdeñable, un cero a la izquierda.
¿A quién sirve entonces la banca? O expresada de una forma más
cruda, he aquí la pregunta del millón:¿Para qué sirve la banca?
Una pista para los posibles concursantes: «Para nada» NO es la respuesta correcta.