Enseña el
maestro Perogrullo que ante la grave situación por la que atraviesan tanto la
economía como el sindicalismo, caben dos actitudes: a) caer en el desánimo; b)
no caer en el desánimo. Quim González Muntadas personifica a la perfección esta
segunda actitud. Invito al lector a saborear a fondo su escrito más
reciente (No habrá cambio de
modelo productivo sin cambio de las relaciones laborales), que
arranca de las siguientes premisas:
«No habrá nuevo modelo
productivo si no somos capaces de cambiar las bases y la filosofía que inspiran
la gestión de las personas, y si sus gestores no aprecian la necesidad de
cambiar los valores dominantes por otros centrados en la gestión de nuevas
formas y maneras de trabajar y de relacionarse en la empresa. No habrá nueva
economía sin unas relaciones laborales que sitúen la búsqueda del conocimiento
y la creatividad en el centro mismo de la gestión empresarial.»
Muy cierto. Quizás
algunos estamos hablando en enigmas, y los enigmas asustan en la medida en que
no se entienden. Hablamos de «mutación» y de «nuevo paradigma», y alguien puede
entender que se trata de peligros, o de trampas alevosas tendidas por alguien
al modo de funcionar “de siempre”. No. Son el nuevo terreno en el que es
necesario actuar. Quim se sitúa con toda naturalidad en la distancia corta, y
da al fenómeno un nombre familiar y comprensible: «nuevo modelo productivo». Y
a continuación, agárrate que vienen curvas, nos convoca a todos al alboroto. Si
queremos un nuevo modelo productivo, debe cambiar la gestión empresarial, deben
cambiar la concepción y la valoración del trabajo, debe cambiar la relación
entre empresario y sindicato. Las relaciones laborales actuales son un lastre y
un freno poderoso al proceso de establecer ese nuevo modelo necesario. En tanto
se cambia el marco legal, cosa que habrá de venir por sus pasos, ¿por qué no
empezar por establecer acuerdos razonables entre los actores sociales con
vistas a la consolidación de ese nuevo modelo con las ventajas que conlleva?
¿No es el momento acaso de arrimar todos el hombro y prevenir de ese modo más
desgracias para las empresas y para los trabajadores?
El alboroto, como he
dicho antes. Bravo, Quim. Empezar a arremangarse, empezar a trabajar, empezar a
hablar. Ir de frente. Seguro que habrá quien vuelva la espalda a una oferta
franca de diálogo, pero todo avance empieza por un primer paso.
Tuve el privilegio de
estar presente en la clausura del congreso de la FITEQA en la que Quim se
despidió de muchos años de sindicalismo en primera línea. Aquel día Toxo le
dedicó en su parlamento un elogio sorprendente para mí. Dijo que Quim González
había sido ejemplo perfecto de un «sindicalismo de proximidad». Mi sorpresa no
va referida a que Quim no merezca ese elogio, sino al concepto mismo.
Sindicalismo de proximidad, ¿es que hay otro? Disculpen mi deformación
profesional por hablar de figuras retóricas: sindicalismo de larga distancia me
parecería un oxímoron, sindicalismo de proximidad lo tengo por un pleonasmo.