lunes, 21 de abril de 2014

PREGÓN DE FERIA


 
Ser antitaurino significa renunciar a «la esencia misma de nuestro ser español. Por eso, y solo por eso, los españoles que quieren dejar de serlo luchan contra la Fiesta.» Lo ha dicho Esperanza Aguirre en el pregón de la feria taurina de Sevilla. En una ocasión tan solemne, es improbable que sus palabras fueran una ocurrencia improvisada, tal vez al calor de un par de copas de más de manzanilla. No, debió de llevarlo escrito. Escrito y bien rumiado.

La estupenda declaración de doña Espe aporta una luz nueva sobre un tema bastante sobado. En tiempos nos defendimos de la reducción arbitraria de lo español a lo taurino. El resultado de tal aberración era, dijimos entonces, la «españolada», perpetrada por lo común por franchutes que no entendían la especial hondura de nuestra idiosincrasia. «Yo soy la Carmen de España, y no la de Mérimée, y no la de Mérimée», se cantaba en coplas (también, por otra parte, esenciales a nuestro ser mismo, y si no que me lo desmienta la doña). Tuvimos entonces a orgullo ser Algo Más. Unamuno, que no era especialmente taurófilo, lo expresó con otra frase tan rotunda como la de Espe e igualmente poco sospechosa de haber sido inspirada por los vapores del jumilla: «¡Que inventen ellos!» (los europeos, se entiende). Sin embargo, miradas las cosas en su conjunto y con la debida ponderación, nuestra esencia inmortal no mejora demasiado si al espíritu de Pepe-Hillo le añadimos los del inquisidor Torquemada «martillo de herejes», del apóstol Santiago Matamoros, del Cid Campeador y de Agustina de Aragón. En conjunto la esencia de lo español parece consistir en hacer correr la sangre, ya sea de la morisma, del juderío, de los gabachos, o de otras bestias con cuernos. Quizá debamos añadir a ese recuento de urgencia otro ingrediente aún, personificado por la misma señora: la chulería de quien aparca el “haiga” en lugar prohibido y se larga de allí atropellando la moto del agente que iba a ponerle la multa.


Pocos argumentos nos dejan para amar a esa España. ¿Y si buscáramos otra España? Un país sin «esencias» y con respeto exquisito hacia las diferencias, en el que quepan también los antitaurinos.