A
Raimon
Por
la diada de Sant Jordi me atreví a escribir unas notas apresuradas sobre las
mujeres y la literatura. Mi texto fue, espero, acorde con el paradigma más
exigente de la corrección social. Incluí en él – muy apropiadamente, creo – dos
versos de Ausiàs March, también correctos hasta un punto exquisito. Pero este
blog tiene por objeto mostrar el punto y el contrapunto de realidades que, como
he sostenido en otras ocasiones, son poliédricas y contradictorias, y no se
dejan abarcar desde un solo punto de vista. No es sólo que todo buen ortodoxo
resulta ser el perverso hereje de otra persona adepta a una ortodoxia
diferente, sino que en nosotros mismos la ortodoxia y la herejía, el bien
pensar y el desvarío, se mezclan e interfieren sin remedio en una confusión que
viene a expresar la complejidad de la vida misma. La “vida tal como es” tiene
una densidad que la vuelve refractaria a las simplificaciones de los
esencialismos y las ideologías. Nunca o casi nunca se deja encasillar en una
cuadrícula milimétrica.
Volvamos
a Ausiàs March, o si lo preferís a Oseas Marco, nombre con el que fue inscrito
el joven poeta en la expedición a Italia del rey Alfonso de Aragón, en el año
1420. Fue Raimon quien me puso sobre su pista. (Aprovecho la ocasión para
manifestar que estaré presente como un clavo, una vez más, el próximo 8 de mayo
en su recital del Palau.) En una canción sobre la ausencia y el deseo dedicada
a Annalisa, Com un puny, Raimon cita dos versos de Ausiàs (Plagués a déu que mon pensar fos
mort / e que passàs ma vida en dorment) y
comenta hasta qué punto siente y comparte profundamente la raíz «atávica,
joven, fuerte» que inspira esos versos. Yo le había oído cantar, de Ausiàs, Veles e vents y No
em pren així, dos canciones
que sigo escuchando sin cansarme, pero fue el comentario contenido enCom un
puny lo que me decidió a
emprender la tarea nada fácil de leer a Ausiàs en una vieja edición en dos
tomos, regalo de mi suegro (Poemes. Edició crítica per Andreu Pagès,
Institut d’Estudis Catalans, MCMXII). El poema cuyos dos versos cité es el
XXXIII. Doy completa su primera estrofa, en la grafía anticuada de la obra:
Sens
lo desig de cosa desonesta,
D’on
ve dolor a tot enamorat,
Visch dolorit, desitjant ser amat.
E
par ho be que no us vull desonesta:
Ço
que yo am de vos es vostre seny,
E
los estats de vostra vida casta.
Molt
no deman, car mon desig no basta
Sino
en ço que honestat ateny.
Todo
lo que se dice es convencionalmente correcto. El deseo amoroso es citado dos
veces. Hay una pequeña contradicción en la primera cuando dice del “deseo de
cosa deshonesta” que trae “dolor” a todo enamorado, y declara enseguida “vivir
dolorido” a pesar de que ha afirmado no sentir tal deseo. Remacha esta última
afirmación en otros dos versos: “no pido mucho, porque mi deseo no alcanza más
allá de los límites de la honestidad.”
Bonito,
pero no veraz. Ausiàs ni siquiera pretende ser creído al pie de la letra. El
verdadero mensaje a la amada es más bien: “me contento con lo que me des, pero
cuanto más me des, mejor.” Podemos comprobarlo en el remate de otro poema suyo,
el LIII, de una ambigüedad, y al mismo tiempo una sinceridad, desarmante (copio
de nuevo la ortografía tal como aparece en la obra citada, a pesar de que no es
congruente con la del poema anterior):
Lir
entre carts, ma voluntat se gira
Tant
que yo us vull honesta y deshonesta.
Lo
sant hair aquell del qual tinc festa,
E
plau-me ço de que vinch tost en ira.
Corrijo
para mí, con base únicamente en mi propio criterio, ese "Lo sant"
como "Jo sent", e intento una traducción libre: «Lirio entre cardos,
mi voluntad vacila hasta el punto de que os quiero honesta y deshonesta. Siento
odio por lo que tanto alabo, y me complazco en eso que luego me enfurece.»
Las
contraposiciones y las paradojas son figuras retóricas de las que abusa con
demasiada frecuencia la poesía barata; pero en la gran poesía, son también la
forma más penetrante y bella de expresar una ambigüedad y una confusión que
forman parte de la vida; y dentro de la vida, de nuestros sentimientos y
nuestros propósitos.