Bien se dice que no hay regla sin excepción. Groucho Marx
ilustró a la perfección esta verdad en su respuesta a una dama que le preguntó
si la recordaba. «Jamás olvido una cara, dijo Groucho, pero por tratarse de
usted haré una excepción.» Yo también he hecho una excepción a mi costumbre
inveterada de no leer nada de Federico Jiménez Losantos, al saber que había
escrito sobre “Gabo y los funerales de Gabondela”.
Resumiré para el lector apresurado los tres grandes argumentos
de Losantos contra Gabo: 1) No es el mejor de los escritores latinoamericanos
del boom ni de después del boom. 2) Lo que en los manuales de literatura se
describe como realismo mágico, y que él despacha con elegancia como “Macondo y la Macondez ”, es una
cursilería. 3) Gabo fue un esnob que corría a hacerse la foto con presidentes y
arzobispos. Eso y su amistad con Fidel Castro le ha valido unos funerales tan
“multitudinarios y vergonzosos” como los de Nelson Mandela.
Obvio el tercer argumento. No es un modelo de coherencia
de pensamiento, y uno se pregunta a santo de qué se ha dado al Madiba vela en
el entierro de Gabo, ni qué han tenido de vergonzoso los funerales de los dos.
Quizás otro día nos lo explique Federico más despacio.
Ahora bien, el método de crítica literaria utilizado para
desmontar la excelencia de García Márquez, es típico y sobradamente conocido.
Consiste en esquivar la infraestructura y atacar sin piedad cualquier elemento
de la parafernalia que dé pie a una sombra de argumento. Dicho de otro modo, en
tirar por elevación. O en tomar el rábano por las hojas. En este caso, lo que
centra la atención del crítico es la “cursilería” del realismo mágico. Conviene
recordar que se trata de una etiqueta colocada por los críticos a una forma determinada
de narrativa, muy señalada en ciertos autores latinoamericanos, pero no
privativa de ellos; y en ningún caso, una invención particular de Gabo. Por lo
que resulta aún más sorprendente que, cuando Losantos enumera autores con más
méritos que García Márquez en el panorama del boom y del pre-boom, vaya a citar
en primer lugar a Juan Rulfo y su “Pedro Páramo”; y también a Borges (“sobre
todo”), a Cortázar y a Carpentier. Grandes escritores, desde luego, eso es
innegable. Dice Losantos que de joven leía “como una locomotora”. ¿Quizá por
esa razón no se ha dado cuenta de que todos ellos escribieron más “macondeces”
que el propio Gabo?
¡Qué fácil y grata resulta la tarea de denigrar a Miguel
de Cervantes según el método Losantos! Destacaremos en primer lugar su
fastidiosa condición de lameculos del conde de Lemos, señalaremos a
continuación que en su época hubo escritores a nuestro juicio superiores, por
ejemplo Quevedo o Lope (ya ajustaremos las cuentas con los dos, llegado el
caso, para que nadie se salve de la quema) y acabaremos señalando la
inaceptable cursilería del episodio “real-maravilloso” de la cueva de
Montesinos. Sólo nos faltará añadir que el “Quijote” de Avellaneda era mejor
que el suyo. Nadie se alarme, ni crea que me estoy pasando tres pueblos; hay
críticos que ya lo han dicho.