martes, 22 de abril de 2014

TIRAR (CONTRA GABO) POR ELEVACIÓN

Bien se dice que no hay regla sin excepción. Groucho Marx ilustró a la perfección esta verdad en su respuesta a una dama que le preguntó si la recordaba. «Jamás olvido una cara, dijo Groucho, pero por tratarse de usted haré una excepción.» Yo también he hecho una excepción a mi costumbre inveterada de no leer nada de Federico Jiménez Losantos, al saber que había escrito sobre “Gabo y los funerales de Gabondela”.

Resumiré para el lector apresurado los tres grandes argumentos de Losantos contra Gabo: 1) No es el mejor de los escritores latinoamericanos del boom ni de después del boom. 2) Lo que en los manuales de literatura se describe como realismo mágico, y que él despacha con elegancia como “Macondo y la Macondez”, es una cursilería. 3) Gabo fue un esnob que corría a hacerse la foto con presidentes y arzobispos. Eso y su amistad con Fidel Castro le ha valido unos funerales tan “multitudinarios y vergonzosos” como los de Nelson Mandela.

Obvio el tercer argumento. No es un modelo de coherencia de pensamiento, y uno se pregunta a santo de qué se ha dado al Madiba vela en el entierro de Gabo, ni qué han tenido de vergonzoso los funerales de los dos. Quizás otro día nos lo explique Federico más despacio.

Ahora bien, el método de crítica literaria utilizado para desmontar la excelencia de García Márquez, es típico y sobradamente conocido. Consiste en esquivar la infraestructura y atacar sin piedad cualquier elemento de la parafernalia que dé pie a una sombra de argumento. Dicho de otro modo, en tirar por elevación. O en tomar el rábano por las hojas. En este caso, lo que centra la atención del crítico es la “cursilería” del realismo mágico. Conviene recordar que se trata de una etiqueta colocada por los críticos a una forma determinada de narrativa, muy señalada en ciertos autores latinoamericanos, pero no privativa de ellos; y en ningún caso, una invención particular de Gabo. Por lo que resulta aún más sorprendente que, cuando Losantos enumera autores con más méritos que García Márquez en el panorama del boom y del pre-boom, vaya a citar en primer lugar a Juan Rulfo y su “Pedro Páramo”; y también a Borges (“sobre todo”), a Cortázar y a Carpentier. Grandes escritores, desde luego, eso es innegable. Dice Losantos que de joven leía “como una locomotora”. ¿Quizá por esa razón no se ha dado cuenta de que todos ellos escribieron más “macondeces” que el propio Gabo?

¡Qué fácil y grata resulta la tarea de denigrar a Miguel de Cervantes según el método Losantos! Destacaremos en primer lugar su fastidiosa condición de lameculos del conde de Lemos, señalaremos a continuación que en su época hubo escritores a nuestro juicio superiores, por ejemplo Quevedo o Lope (ya ajustaremos las cuentas con los dos, llegado el caso, para que nadie se salve de la quema) y acabaremos señalando la inaceptable cursilería del episodio “real-maravilloso” de la cueva de Montesinos. Sólo nos faltará añadir que el “Quijote” de Avellaneda era mejor que el suyo. Nadie se alarme, ni crea que me estoy pasando tres pueblos; hay críticos que ya lo han dicho.