sábado, 8 de noviembre de 2014

COLITA, PORQUE NO


Por supuesto, estuve en la Pedrera en marzo de este mismo año para la primera antológica de Colita (Isabel) Esteva. Su título era Colita, porque sí. Carmen y yo pasamos allí dos horas encantadas, y nos fuimos de la exposición a disgusto. Cierto, pertenecemos los dos a la generación de Colita y hemos visto centenares de fotos que llevaban su firma en centenares de ocasiones y de publicaciones, a lo largo de medio centenar de años. Allí las reencontramos todas juntas, y el resultado adquirió un poder de atracción irresistible, porque la mirada de Colita reflejaba en cierto modo la misma mirada nuestra sobre las mismas cosas, pero era un reflejo depurado y quintaesenciado.

Hablamos Carmen y yo ese día del misterio del arte, porque nada parece más fácil que enfocar un objetivo y oprimir un disparador. Pero la capacidad para apresar en una instantánea una emoción fugitiva, para revelar el alma desnuda de una persona, para trascender una verdad al mismo tiempo aparente y escondida, amigo, eso es otra cosa. Nuestra memoria de Serrat y de Raimon, de Teresa Gimpera y Carmen Amaya, de Terenci y Anna Moix, de Gabo, de Gil de Biedma, de Ocaña y tantos otros, de las Jornadas feministas y de las manifestaciones por la libertad en Barcelona, es hoy por hoy una memoria filtrada por el objetivo de Colita. Repasamos el listado de premios, reconocimientos y galardones a la fotógrafa, y nos parecieron pocos, lamentablemente pocos.

Ahora le han dado a Colita el Premio Nacional de fotografía, y lo ha rechazado. Igual que Jordi Savall, dicen algunos. No, caramba, igual no. El renombre de Savall se extiende mucho más allá de las fronteras del país, a todo el mundo de la música, y tiene más fácil – aunque  nunca es fácil –, la renuncia a un galardón merecido, con mayor razón por el hecho de estar otorgado por una administración que, en la medida en que desprecia cuanto ignora, se muestra especialmente cicatera con la cultura. Pero para Colita un premio nacional era la ocasión soñada para darse a conocer en ámbitos en los que después de cincuenta años de profesión sigue siendo una casi perfecta desconocida.

Ha decidido rechazar el premio por estética. La estética, hay que reconocerlo, es su terreno de elección. No hacen falta, en consecuencia, más razones. Colita no quiere ese premio, porque no