Por supuesto, estuve en la Pedrera en marzo de este mismo año para la
primera antológica de Colita (Isabel) Esteva. Su título era Colita, porque sí. Carmen y yo pasamos allí dos horas
encantadas, y nos fuimos de la exposición a disgusto. Cierto, pertenecemos los
dos a la generación de Colita y hemos visto centenares de fotos que llevaban su
firma en centenares de ocasiones y de publicaciones, a lo largo de medio
centenar de años. Allí las reencontramos todas juntas, y el resultado adquirió
un poder de atracción irresistible, porque la mirada de Colita reflejaba en
cierto modo la misma mirada nuestra sobre las mismas cosas, pero era un reflejo
depurado y quintaesenciado.
Hablamos Carmen y yo ese día del misterio del arte, porque nada
parece más fácil que enfocar un objetivo y oprimir un disparador. Pero la
capacidad para apresar en una instantánea una emoción fugitiva, para revelar el
alma desnuda de una persona, para trascender una verdad al mismo tiempo
aparente y escondida, amigo, eso es otra cosa. Nuestra memoria de Serrat y de
Raimon, de Teresa Gimpera y Carmen Amaya, de Terenci y Anna Moix, de Gabo, de
Gil de Biedma, de Ocaña y tantos otros, de las Jornadas feministas y de las
manifestaciones por la libertad en Barcelona, es hoy por hoy una memoria
filtrada por el objetivo de Colita. Repasamos el listado de premios,
reconocimientos y galardones a la fotógrafa, y nos parecieron pocos,
lamentablemente pocos.
Ahora le han dado a Colita el Premio Nacional de fotografía, y
lo ha rechazado. Igual que Jordi Savall, dicen algunos. No, caramba, igual no.
El renombre de Savall se extiende mucho más allá de las fronteras del país, a
todo el mundo de la música, y tiene más fácil – aunque nunca es fácil –,
la renuncia a un galardón merecido, con mayor razón por el hecho de estar
otorgado por una administración que, en la medida en que desprecia cuanto
ignora, se muestra especialmente cicatera con la cultura. Pero para Colita un
premio nacional era la ocasión soñada para darse a conocer en ámbitos en los
que después de cincuenta años de profesión sigue siendo una casi perfecta
desconocida.