La tradición religiosa mosaica, que es la
nuestra, empieza igual que una novela policiaca: un crimen liquida un orden
bien asentado – un paraíso terrenal – e inaugura el caos. El asesinato de Abel
perpetrado por Caín armado con la quijada de un asno es el verdadero pecado
original, más trascendente, mucho más, que ese otro tan publicitado que en
último término, y por mucho que Jehová, pillado en un mal momento, se dejase arrastrar
por un arrebato injustificado de ira, consistió tan solo en comerse una
manzana.
Aquel crimen primitivo nos marcaría a los
humanos como género: somos la estirpe de Caín, los réprobos, los eternos
deudores frente a la divinidad. Por eso, tanto la religión como la novela policiaca
se enderezan al mismo fin: la reparación, mediante una purificación, del orden
violentado. Y la purificación vista desde la perspectiva religiosa exige el
castigo del culpable y la expiación del pecado, pero también algo más: un
sacrificio cruento, el derramamiento de una sangre inocente, bien sea la de
Isaac por la mano de su padre Abraham, bien la del cordero que lo sustituye, o bien
incluso, magnificando la cosa, la sangre del cordero de dios que baja de los
cielos para morir por nuestros pecados.
En ese marco conceptual se mueven las
historias de PD (Phyllis Dorothy) James, la autora inglesa que acaba de fallecer
a los 94 años en la misma ciudad de Oxford en la que nació. Son historias
ambientadas en la época actual, pero curiosamente desenfocadas de los quehaceres
y las preocupaciones de la época actual. La autora elige de preferencia escenarios
simbólicos, intemporales y muchas veces relacionados con el culto religioso:
la sacristía de una parroquia rural, una torre, un seminario aislado, una capilla, un faro. Y en
esos escenarios se desarrollan unos crímenes que son actos inscritos en un
trasfondo oscuro y llevados a cabo mediante un ritual complejo y exigente. A
partir de ahí arranca una investigación minuciosa en la que el detective asume
la función de celebrante de una ceremonia solemne y cuidadosamente codificada
en el curso de la cual son separadas, analizadas y finalmente reveladas, la
verdad y la impostura, la inocencia y la culpa. La revelación descubre el sentido
religioso profundo del derramamiento de sangre inicial, y la violencia
transgresora es compensada y anulada a través de otra violencia, la legal,
amparada en la fuerza inapelable de la justicia retributiva.
El celebrante de la ceremonia, el policía
Adam Dalgliesh en la mayoría de sus novelas, tiene una importancia secundaria
en la historia que se nos cuenta. Es un personaje revestido de las prerrogativas
de su oficio y de su función justiciera; importa poco su vida personal. Quizá
por esa razón, el idilio distante y ceremonioso que desarrolló a lo largo de varias
novelas PD en un esfuerzo por dar a Dalgliesh unas características “humanas” que
le atrajeran la empatía del público lector, resulta poco convincente, incluso levemente
irónico y ridículo. La novela más perfecta de PD James, en mi opinión, ni es de
Dalgliesh ni desarrolla una investigación policial convencional. Es Sangre inocente, la historia de una
mujer adoptada que al intentar averiguar quienes fueron sus verdaderos padres
descubre el estigma de Caín inscrito en su propia frente y va a caer al fondo
de un abismo moral. “Sangre” e “inocente”, son además dos términos clave en la
novelística de PD.
Oigamos sus propias palabras respecto al
género literario que practicó con tanta maestría. Ha partido de un
planteamiento laico: la novela criminal no es una recreación del mundo sino un
sucedáneo del mismo, un pasatiempo inteligente diseñado para producir placer en
el lector a través de un mecanismo calculado con precisión milimétrica. Y
entonces, de repente, por una puerta lateral, casi sin que la misma PD se dé
cuenta, aparece dios en escena: «Especialmente
en tiempos tan agitados como los actuales, el lector puede sumergirse en un
mundo más seguro, donde la tragedia es un puzle que al final logra resolver un
ser humano con valentía, perseverancia e inteligencia, un detective que actúa
cual dios vengador.»
Que el dios vengador sea benevolente con dame
Phyllis Dorothy James.