viernes, 28 de noviembre de 2014

RÉQUIEM POR PHYLLIS DOROTHY


La tradición religiosa mosaica, que es la nuestra, empieza igual que una novela policiaca: un crimen liquida un orden bien asentado – un paraíso terrenal – e inaugura el caos. El asesinato de Abel perpetrado por Caín armado con la quijada de un asno es el verdadero pecado original, más trascendente, mucho más, que ese otro tan publicitado que en último término, y por mucho que Jehová, pillado en un mal momento, se dejase arrastrar por un arrebato injustificado de ira, consistió tan solo en comerse una manzana.
Aquel crimen primitivo nos marcaría a los humanos como género: somos la estirpe de Caín, los réprobos, los eternos deudores frente a la divinidad. Por eso, tanto la religión como la novela policiaca se enderezan al mismo fin: la reparación, mediante una purificación, del orden violentado. Y la purificación vista desde la perspectiva religiosa exige el castigo del culpable y la expiación del pecado, pero también algo más: un sacrificio cruento, el derramamiento de una sangre inocente, bien sea la de Isaac por la mano de su padre Abraham, bien la del cordero que lo sustituye, o bien incluso, magnificando la cosa, la sangre del cordero de dios que baja de los cielos para morir por nuestros pecados.
En ese marco conceptual se mueven las historias de PD (Phyllis Dorothy) James, la autora inglesa que acaba de fallecer a los 94 años en la misma ciudad de Oxford en la que nació. Son historias ambientadas en la época actual, pero curiosamente desenfocadas de los quehaceres y las preocupaciones de la época actual. La autora elige de preferencia escenarios simbólicos, intemporales y muchas veces relacionados con el culto religioso: la sacristía de una parroquia rural, una torre, un seminario aislado, una capilla, un faro. Y en esos escenarios se desarrollan unos crímenes que son actos inscritos en un trasfondo oscuro y llevados a cabo mediante un ritual complejo y exigente. A partir de ahí arranca una investigación minuciosa en la que el detective asume la función de celebrante de una ceremonia solemne y cuidadosamente codificada en el curso de la cual son separadas, analizadas y finalmente reveladas, la verdad y la impostura, la inocencia y la culpa. La revelación descubre el sentido religioso profundo del derramamiento de sangre inicial, y la violencia transgresora es compensada y anulada a través de otra violencia, la legal, amparada en la fuerza inapelable de la justicia retributiva.
El celebrante de la ceremonia, el policía Adam Dalgliesh en la mayoría de sus novelas, tiene una importancia secundaria en la historia que se nos cuenta. Es un personaje revestido de las prerrogativas de su oficio y de su función justiciera; importa poco su vida personal. Quizá por esa razón, el idilio distante y ceremonioso que desarrolló a lo largo de varias novelas PD en un esfuerzo por dar a Dalgliesh unas características “humanas” que le atrajeran la empatía del público lector, resulta poco convincente, incluso levemente irónico y ridículo. La novela más perfecta de PD James, en mi opinión, ni es de Dalgliesh ni desarrolla una investigación policial convencional. Es Sangre inocente, la historia de una mujer adoptada que al intentar averiguar quienes fueron sus verdaderos padres descubre el estigma de Caín inscrito en su propia frente y va a caer al fondo de un abismo moral. “Sangre” e “inocente”, son además dos términos clave en la novelística de PD.
Oigamos sus propias palabras respecto al género literario que practicó con tanta maestría. Ha partido de un planteamiento laico: la novela criminal no es una recreación del mundo sino un sucedáneo del mismo, un pasatiempo inteligente diseñado para producir placer en el lector a través de un mecanismo calculado con precisión milimétrica. Y entonces, de repente, por una puerta lateral, casi sin que la misma PD se dé cuenta, aparece dios en escena: «Especialmente en tiempos tan agitados como los actuales, el lector puede sumergirse en un mundo más seguro, donde la tragedia es un puzle que al final logra resolver un ser humano con valentía, perseverancia e inteligencia, un detective que actúa cual dios vengador.»
Que el dios vengador sea benevolente con dame Phyllis Dorothy James.