sábado, 22 de noviembre de 2014

IGLESIA DEL PUEBLO



En la pared lateral de la pequeña plaza sobreelevada que sirve de vestíbulo público a la iglesia de Sant Medir, en Barcelona, fue colocada el pasado día 20 de noviembre una placa conmemorativa de una asamblea obrera celebrada en la misma fecha del año 1964 para coordinar las acciones reivindicativas que se estaban desarrollando en muchas empresas de la capital catalana y su cinturón industrial. En un acto entrañable de ejercicio de la memoria histórica, hablaron mosén Enric Subirà, el actual párroco, y mosén Bigordà, párroco anterior e "histórico" de una parroquia que es casi una leyenda tanto para los cristianos como para los obreros. Hablaron los dos de mosén Vidal, el responsable que cincuenta años atrás acogió en el templo aquella reunión.
Fue curioso, los dos párrocos estaban tan contentos como los representantes del sindicato en aquella pequeña efemérides. Veteranos y dirigentes actuales de las Comisiones Obreras habíamos ido allí para dar las gracias a la parroquia por ayudarnos en tiempos oscuros, y desde la parroquia nos devolvían las gracias porque habíamos acudido precisamente a ellos, y encontraban llena de sentido la circunstancia de que un acto así se hubiera celebrado en un lugar como aquel.
Lo expresó con sencillez mosén Subirà: «La lucha de unas personas por su dignidad y el mensaje del Evangelio tenían necesariamente que encontrarse.»
El mensaje de la redención y el de la emancipación tienen muchas cosas en común. Y si es cierto que las instituciones tienden a encerrarnos en su redil y a separarnos los unos de los otros, también lo es que en un mundo pavimentado de instituciones se encuentran aquí y allá huecos, resquicios, alephs al estilo de los descritos por Borges, en los que van a converger todos los vectores de fuerzas que actúan y se entrecruzan en una sociedad muy compleja y estratificada. Y en esos lugares privilegiados las personas – personas simplemente, sin etiquetas – pueden reconocerse, encontrarse y respirar un aire compartido de libertad.
Del mismo modo que se teoriza sobre la distinción entre un sindicato organizado “para” los trabajadores y un sindicato “de” los trabajadores, que no solo no son lo mismo sino que vienen a resultar contradictorios, creo que también es útil distinguir entre una iglesia para el pueblo, providente y prepotente, encastillada en las cumbres, y una iglesia del pueblo, a ras de tierra, cercana, dispuesta a dar siempre según sus capacidades y que pide según sus necesidades. Yo estoy sin reservas a favor de esa iglesia del pueblo, la de mosén Vidal, mosén Bigordà y mosén Subirà.