En su columna de
ayer en El País, Manuel Rivas incluía una cita memorable a propósito de Ana Mato:
«La ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento, pero el conocimiento,
muchas veces, sí.» La frase es de Stanislaw Lec. Yo solo me había tropezado una
vez con ese nombre, pero atesoraba su recuerdo. Umberto Eco encabezó uno de los
capítulos de El péndulo de Foucault con
una cita suya todavía más lapidaria: «No esperéis gran cosa del fin del mundo.»
La sentencia, entre
desengañada e irónica, me gustó lo bastante para no olvidarla al paso de los
años. Imagino el pellizco de decepción que sentirán nuestros descendientes lejanos
o próximos en el último segundo antes de desintegrarse en una catástrofe
cósmica, o nuclear, o ecológica, por el hecho de que Dios, o en su defecto la
fatalidad, no trabaja en colaboración con un experto en efectos especiales de
Hollywood. La frase que se formará en su mente con el último atisbo de
conciencia será probablemente: «¿Eso es todo? Me había hecho una idea
distinta.»
El caso es que yo
siempre pensé que había una errata en el libro y el autor responsable del
aforismo era Stanislaw Lem, el escritor de ciencia-ficción. Una segunda errata
era improbable, y he acudido a la Wikipedia en busca de más datos sobre Lec. He
visto que nació en Lemberg (Imperio Austrohúngaro), y después de años de
estudios en Viena regresó a Lwow (Polonia), que era su misma ciudad natal.
Después de la Guerra Mundial emigró a Israel como otros judíos esperanzados,
pero no aguantó la vida allí más de dos años y se volvió de nuevo a su antiguo
hogar, ahora llamado Lviv (Ucrania). Murió allí en 1966.
Durante la guerra
estuvo a punto de sufrir una muerte prematura y trágica. De hecho cavó su propia
tumba pero, cuando hubo acabado el trabajo, pudo aprovechar un descuido de su
guardián y presumible verdugo, un soldado alemán que se había quedado solo
vigilándolo; lo mató de un palazo, lo enterró en su propio lugar y desapareció
de allí. Años después escribió un pequeño poema sobre el asunto. Es una
composición, como era de prever, desengañada e irónica.
Wikipedia ofrece
una reducida antología de aforismos de Lec. Elijo uno entre ellos: «Si le
preguntáis a Dios por el camino del paraíso, os indicará el más difícil de
todos.» Es un buen pensamiento, incluso si sustituimos a Dios por la señora
Lagarde del Fondo Monetario Internacional, o por el arzobispo de Granada. Viene
a desprenderse del mismo que, en cuestión de trayectos al paraíso, es siempre preferible
ejercer de autodidactas.