Antes incluso de
que se abrieran las urnas para los votantes griegos y se consumara el terremoto
anunciado, Susana Díaz informó a los dirigentes
de Izquierda Unida de la ruptura del pacto de gobierno y anunció la convocatoria
de elecciones anticipadas para el 22 de marzo en Andalucía.
En principio no se
trata de una operación de hondo calado, sino de una estrategia a corto plazo
para salvar los muebles. Sin embargo, como en ciertas películas dirigidas al
gran público, podrían fabricarse secuelas si el guión tiene éxito de audiencia.
Y es que todo el meollo del asunto lleva el marchamo de los think tanks de Ferraz. Incluso han sido sorprendidos
en las inmediaciones el infatigable Pepe Bono y el entrañable Zeta Pe, con
muecas de risa contenida asomándoles por las comisuras del rictus de compunción.
Examinemos con más atención
las características del terreno elegido para la batalla: en relación con el
Partido Popular, el embolado de los ERE se compensa con el frenético final de
la instrucción del Gürtel por parte del juez becario Ruz y con la resurrección
de Bárcenas entre los vivos, después de pasar una temporada en el infierno. Por
ambos lados se esperan revelaciones formidables antes de los idus de marzo. Empate
técnico por consiguiente en el peor de los casos, y en el mejor, ventaja potencial
para los socialistas en ese escenario.
Mirando en la
dirección opuesta, el adelanto electoral pilla con el pie cambiado tanto a Izquierda
Unida como a Podemos. En el primer caso por dudas existenciales, en el segundo
por la necesidad de improvisar una candidatura bisoña contra el reloj, y en
ambos por el prurito que empuja a una y otra formación a evitar coyundas que podrían
desvirtuar sus respectivos y preciados adeenes: cada cual está orgulloso de sus
ocho apellidos de izquierdas. En cualquier caso, IU resulta para el PSOE
andaluz un socio “a la baja”, del que conviene desembarazarse a tiempo para
tener las manos libres con vistas a nuevos horizontes; y los noveles de Podemos,
envalentonados por el éxito rotundo de Alexis Tsipras
en Grecia, sin embargo no habrán llegado aún en marzo al punto más alto de su
trayectoria parabólica previsible. Todas ellas son ventajas comparativas que
confluyen en el momento elegido para la convocatoria.
La jugada se completa
con la presentación de una candidata en estado avanzado de buena esperanza.
¡Qué mejor augurio para una legislatura idílica, con biberones y cambio de
pañales cada cuatro horas!
Y finalmente, queda
en cartera la apuntada posibilidad de secuelas. Si la jugada pensada para las
autonómicas sale bien o muy bien, y en cambio en otras autonomías y en el
conjunto de los municipios del país se produce un retroceso perceptible de las
expectativas, siempre se estaría a tiempo de cambiar de montura en mitad del
vado y forzar un cambio de liderazgo, apartando a un lado a ese muchacho voluntarioso
pero poco hecho políticamente que no acaba de convencer a los estrategas
empedernidos de Ferraz.
Cierto que el
movimiento sería arriesgado. El/la jinete/a audaz que se atreve a montar
Clavileños suele acabar el viaje molido/a a palos y escocido/a. Pero nadie
podrá quitarle la gloria del intento. O por lo menos así lo sentenció Don
Quijote en casa de los duques.