martes, 13 de enero de 2015

VENDER LA PIEL DEL OSO

Ya ha empezado la pelea por el botín de las elecciones que vamos a ganar sin falta uno de estos días. En Sevilla ha cundido la indignación porque la candidata de Podemos expresó alguna reticencia sobre las celebraciones de la semana santa. ¡De eso nada! ¡Aquí a modernos y radicales no nos gana nadie, pero las procesiones no se tocan!
En la otra punta de nuestra geografía, en Cataluña, la nave que debía partir abarrotada de personal con destino a Ítaca sigue anclada en el puerto a la espera de que los dos aspirantes a timonel acaben de ponerse de acuerdo sobre cómo se confeccionará en definitiva el rol de la tripulación. Lo de menos es ya el viaje en sí, lo trascendente es el lugar que han de ocupar, o no, en una u otra de las listas electorales, algunas personalidades destacadas en digna representación de la sociedad civil.
Y en el centro de nuestras miserias, la dirección madrileña de Izquierda Unida se dispone a rebobinar en los despachos los resultados de unas primarias diseñadas para expresar de forma pública y transparente un ejercicio de renovación de la política. El problema es que no acaban de gustar los que han salido elegidos. Algo que produce una sensación de déjà vu en la torturada historia de la formación, donde la aparición de renovadores siempre ha sido saludada con ruido de fondo de piedras de amolar sacando filo a las albaceteñas, y la popularidad excesiva de algunos dirigentes se ha interpretado siempre como prueba inequívoca de su próxima defección.
Mientras tanto, el Augusto ha hecho saber a sus leales que, en sus propias encuestas secretas, el Patio de Monipodio sigue en cabeza en todas las clasificaciones. Va a ser que tiene razón.