El alcalde de
Atenas, famoso por su verborrea, era el encargado de cerrar el año 2014 con un
discurso institucional por la televisión pública, y le ocurrió algo parecido a lo
de los operadores de Canal Sur: tanto se dejó llevar por el vuelo de su
argumento que no supo frenar a tiempo para que los oyentes pudieran cantar en
voz alta las campanadas sucesivas de la medianoche. Aquí no se comen uvas, pero
sí suele escucharse y corear el reloj mientras desgrana la hora completa.
«Ah, me dicen que
estamos ya en 2015. Kalí jroniá (feliz
año)», concluyó el munícipe con desenfado su perorata, a las 0:02.
Ayer, día primero
del año nuevo, cerraron los comercios de Atenas por la fiesta, y hoy siguen
cerrados por ser el día fijado por la tradición para hacer inventario. La
tradición es tan fuerte que abarca no solo a los grandes almacenes y al pequeño
comercio de todo tipo, sino incluso a los puestos callejeros de los mercadillos
de viejo, que se verían probablemente en un apuro si alguien les preguntara sobre
qué inventario es ese de su negocio, y qué procedimientos siguen para llevarlo
a cabo.
Con o sin recuentos
o balances, la ciudad dormita la resaca del paso del año bajo un cielo
despejado y un sol que no calienta. El día 31 cayó aguanieve sobre la ciudad, y
nieve espesa en los montes vecinos del Imittos o en Párniza, donde los fuertes
vientos interrumpieron el servicio del teleférico gratuito que sube a los
atenienses hasta el lujoso casino de juego instalado en lo alto de la cadena
montañosa. Ayer siguió el mal tiempo, en seco pero con vientos helados que hacían
casi inservibles bufandas y anoraks. Hoy el frío continúa, aunque ha vuelto el
sol. Es un sol con dientes, según la expresión griega.
Por lo menos mi
hija ha podido colgar la colada en la terraza, refunfuñando porque las sábanas
y prendas de vestir se le ahúman. Y es que, aunque todas las casas del barrio
disponen de calefacción central de gasóleo, ya hace años que el precio exorbitante de los
combustibles mantiene las calderas inactivas y la gente se calienta quemando en
estufas viejas la leña procedente de los bosques vecinos, y en su defecto muebles, trapos y objetos
inflamables varios, no homologados. Hay noches en las que el aire de la calle es
irrespirable.
La recién iniciada
campaña electoral ha quedado paralizada por la fiesta y la resaca consecutivas
de estos dos días. Mañana, con el fin de semana, volverá de nuevo a los
escenarios consabidos el tinglado de la antigua farsa, para regalo de ojos y
oídos más y más escépticos a cada día que pasa.