domingo, 25 de marzo de 2018

ALGO ASÍ COMO ESPAÑA


Los políticos y los comentaristas políticos, dos especies zoológicas que viven en simbiosis y se realimentan recíprocamente, insisten en que todo el problema se reduce a Cataluña, y en que una vez descabezada la rebelión y puestos a la sombra sus cabecillas, podremos volver a la normalidad.
La normalidad, por desgracia, es el master de Cristina Cifuentes, una partícula insignificante de corruptela en un océano de fango, una mentirijilla construida artificiosamente (un “Notable” allí donde constaba un “No presentado”) para adornar un currículum sin valor. Cifuentes no falsificó la nota como escalera de mano mediante la cual realizar una ambición, lo hizo a la inversa: primero obtuvo mediante influencias el puesto de mando en plaza que aún ocupa, y luego utilizó el poder consiguiente para hermosear sus méritos dudosos.
El master de Cifuentes da para una corrección posmoderna de la parábola evangélica de los viñadores. En este caso sería la obrera llegada después de la última hora de vendimia la que arramblaría con los jornales de todos los que trabajaron en algún momento entre el amanecer y la puesta del sol. Y la moraleja no podría ir mucho más allá de la siguiente jaculatoria incorrecta políticamente: “Que os jodan, pringaos.”
Cataluña no es el tumor que afecta a la España una: Cataluña es solo una metástasis. Un catalán ya desaparecido, Jaime Gil de Biedma, expresó con una concisión imposible de mejorar el sentimiento de hastío y el deseo de escapismo que nos invade en algunos domingos lluviosos y vacíos, en los que la calefacción puesta a tope no aminora el frío gélido en el alma. Son versos muy conocidos, pero los reproduzco porque la poesía, que oficialmente no sirve para nada, sigue siendo el único bálsamo eficaz para sobrellevar ciertas marejadas anímicas.
«En un viejo país ineficiente, / algo así como España entre dos guerras / civiles, en un pueblo junto al mar, / poseer una casa y poca hacienda / y memoria ninguna. No leer, / no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, / y vivir como un noble arruinado / entre las ruinas de mi inteligencia.»