De perdidos al río,
el candidato Turull se despachó ayer tarde con un programa de gobierno
literalmente inaudito en los predios de Convergència, de tan social. Salieron a
relucir los discapacitados, el umbral de la pobreza, las listas de espera en la
sanidad y la renta mínima garantizada. Por el costado laboral, se prometió un
trabajo “de calidad”, el asalto a la industria 4.0 y la puesta en marcha de la “economía
circular”, concepto dudoso que combina ecología y productividad. También, de
paso, se recordó el viejo estribillo sobre Cataluña pista de aterrizaje de las
multinacionales.
Turull omitió
cualquier referencia a la independencia y a la república, pero eso no quiere
decir que no estuvieran ahí, sobreentendidas. Sobre ese punto concreto le
interrogó de forma explícita el socialista Miquel Iceta, desconfiado ante el
nuevo y brusco viraje: “¿Esto es un punto de inflexión, o solo una finta más?”
Es solo una finta
más, me temo. La derrota de la investidura estaba cantada, y el candidato – él mismo
lo hizo constar – no era el que “debía” estar ahí, sino un suplente habilitado
a toda prisa. Esa es toda la historia. El candidato sí tiene quien le escriba,
y ese alguien se aplicó a añadir estética a la nueva ocasión perdida para el procès, tal vez la penúltima. La sesión
parlamentaria estaba programada a la hora del ocaso, cuando la tarde languidece
y renacen las sombras. Puede que no fuera del todo casualidad. Con todos los
números para perder una votación imposible, el candidato Turull y sus acólitos
Sebrià (ERC) y Pujol (JxC) se pusieron crepusculares y entonaron un Götterdämmerung, con el acento cargado
en un gasto social nunca antes puesto sobre la mesa en estas latitudes, donde
existe la idea bien asentada de que incluso los pobres son más ricos que en
otras partes de la península y deben pagar por ese privilegio.
La vieja idea de
privatizar los beneficios y socializar las pérdidas se representó anoche en una
nueva variante: nuestros neoconvergentes resultan ser liberales en la victoria
y socializantes en la derrota. Como la rosa de Alejandría, colorada de noche y blanca de día.