sábado, 3 de marzo de 2018

PARCIALES POR LA BUENA CAUSA


En España el odio y el menosprecio son delito cuando van en la dirección no conveniente, pero se convierten en ejercicio de la libertad de expresión si van en el sentido adecuado.
No descubro nada con la anterior afirmación; es una constante de la vida cotidiana en este país. Pablo Hasel, un rapero, acaba de ser condenado a dos años y medio de cárcel por insultos graves similares a los que vierten diariamente con la mayor impunidad los Inda, Losantos, Marhueda y tutti quanti. Salvo que ellos lo hacen en la dirección adecuada.
Unos jóvenes de Alsasua tuvieron una pelea en un bar con dos guardias civiles de paisano, durante las fiestas del pueblo. Van a ser juzgados por terrorismo y delito de odio. Sus abogados han recurrido la presencia en el tribunal que debe juzgarles de la magistrada Concepción Espejel, casada con un coronel de la Guardia civil y condecorada por méritos contraídos con dicho cuerpo.
Nadie había percibido ningún contrasentido en esa circunstancia. La imparcialidad no es un valor importante para nuestro establishment. Se prefiere con mucho la parcialidad patente por la buena causa.
En una escala bastante diferente de valores, el árbitro Mateu Lahoz decidió el resultado del partido Las Palmas-FC Barcelona al ignorar una mano fuera del área del portero canario, para evitar el remate a puerta de un delantero que se presentaba en soledad absoluta. Según el reglamento, es falta y expulsión del infractor. Mateu decidió no ver lo evidente, y pitó el descanso un minuto antes del tiempo reglamentario.
En la continuación demostró que no era corto de vista, porque pitó penalti contra el Barça en una acción en la que tal vez en un rebote el balón rozó la mano de un defensor barcelonista. Si hubo o no mano (desde luego, involuntaria) sigue siendo objeto de polémica aun después de cientos de pases en la moviola; pero “Ojo de Halcón” Mateu pitó penalti sin vacilar.
Javier Tebas, presidente de la Liga y militante de Fuerza Nueva, ha declarado que lo sucedido es enteramente normal y no ha de ser considerado con suspicacias. Sí le parece punible en cambio la actitud de Piqué, al hacer callar en el estadio de Cornellá, después de meter un gol, al público que estaba insultándoles a él, a su compañera y al hijo de ambos. Según Tebas, la actitud de Piqué fue de provocación. No han sido objeto de sanción los insultos del público. El juez único de la Liga, sin embargo, ha desestimado la denuncia del club RCD Español contra Piqué. También el Supremo ha absuelto a la tuitera Cassandra por unos chistes sobre Carrero Blanco.
Pero no llevar el acoso a los revoltosos hasta sus últimas consecuencias no quiere decir que no exista acoso, y que ese acoso no tenga una influencia “saludable” en los comportamientos sociales, porque muchas personas indignadas se tentarán cien veces la ropa antes de meterse en líos.
“Con la Iglesia hemos topado”, decía ya Don Quijote hace un porrón de tiempo. Entonces como ahora, la santa inquisición con el apoyo entusiasta de alguaciles y magistrados ayudaba a conformar una España prístina y unánime mediante el procedimiento más acreditado para mantener silenciosas a las mayorías discrepantes.