viernes, 2 de marzo de 2018

RENACIMIENTO DE AUSIÀS MARCH


Una crónica de Ferran Bono en elpais da cuenta de la atención que está suscitando recientemente el poeta valenciano Ausiàs March en círculos culturales oficiales: una edición bilingüe de sus Dictats en Cátedra (la bilingüe es la única vía para interesar a la cultura castellana en un autor que se expresó en una lengua distinta, llámesele catalán, o valenciano), dirigida por el hispanista Robert Archer; más unas Jornadas dedicadas a su poesía por la Fundación March.
Bono cae en varias inexactitudes en su crónica. Conceptúa a Ausiàs como misógino, cosa que no se le ocurriría a nadie que lo haya leído; lo sitúa “en las postrimerías de la Edad Media”, cuando bebió de las fuentes del Dante y de Petrarca, del dolce stil nuovo que mal puede considerarse ya medieval; y dice de él que fue “el primer poeta en su idioma”. Hombre, según. El primero de su época en orden de importancia, tal vez; de ningún modo el primero cronológicamente, a menos que retiremos el saludo a Ramon Llull, Bernat Metge, Anselm Turmeda o el mismísimo Pere March, padre de Ausiàs. Reconocer la valía de este último tampoco debería comportar el olvido de Jordi de Sant Jordi, que murió muy joven en Italia, de Andreu Febrer, traductor de la Commedia de Dante al catalán, de Joan de Timoneda, de Lluís de Vilarrasa…
Constata además el articulista que la obra de March fue elogiada, ya en su época, por el Marqués de Santillana. Hubo bastante más que eso: el joven Íñigo López de Mendoza, aún sin el título que lo adornaría años más tarde, y su jovencísima esposa Catalina Suárez de Figueroa, acompañaron al rey Ferran (llamado de Antequera) a los territorios de la Corona de Aragón y estuvieron presentes en la coronación de Alfonso V. López de Mendoza fue íntimo de los hermanos del nuevo rey, los muy nombrados Infantes de Aragón, dueños entonces de más de media Castilla. En Barcelona conoció a Ausiàs (Alfonso lo había nombrado halconero real, y a Íñigo su copero, dos oficios de corte que bien pueden catalogarse de sinecuras), a Jordi de Sant Jordi y a Andreu Febrer, y leyó a los poetas provenzales, a Virgilio y a Dante, por lo menos y que se sepa. Según fuentes, el futuro marqués hablaba a la perfección el catalán e incluso componía versos en esta lengua. Cuando Alfonso montó la gran expedición a Italia, que pasaría por Cerdeña y Sicilia antes de aterrizar en el Nápoles de la reina Juana, Íñigo renunció a acompañarlo (no le faltaron ganas) y se volvió para administrar sus posesiones a Carrión de los Condes, con su esposa y su primogénito y heredero Diego Hurtado de Mendoza, nacido en Barcelona. En Carrión encendería la llama del primer Renacimiento castellano, que prendió espléndidamente en sus parientes Gómez y Jorge Manrique.
De modo que en esas estamos: un contexto ya nada medieval, que anticipa lo que va a ser el Renacimiento maduro en Castilla y en mucho menor medida en Aragón, donde las guerras civiles van a agostar aquel florecimiento temprano.
He tenido el atrevimiento, en este mismo blog, de comparar a Ausiàs con Quevedo en dos composiciones amorosas, y dar la palma al primero en perjuicio del segundo. El lector curioso puede encontrar esa pieza, irreverente con las clasificaciones habituales y abiertamente crítica con nuestros estamentos de la cultura, en http://vamosapollas.blogspot.com.es/2017/06/ausias-versus-quevedo.html.
No hace falta expresar, entonces, cuánto me alegro de este repentino y tardío renacimiento de Ausiàs March. Nunca es tarde si la dicha es buena.