El éxito de la
huelga de las mujeres puede calibrarse en negativo por la apresurada
rectificación de los estamentos dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos,
que lucían lazos morados ayer por la tarde mientras todavía a primera hora de
la mañana recitaban el consabido «No nos metamos en esto», y veían la
convocatoria «un poco pija».
La tan traída y
llevada mayoría silenciosa se ha puesto a gritar. Desconcierto en los estados
mayores de los partidos de la derecha, los únicos que cuentan en las
operaciones matemáticas de los mercados financieros. ¿No estaba todo controlado por medio
de algoritmos omniscientes? ¿No estaba escrito en el frontón del Templo Mayor de
la Bolsa Global, en bronces imperecederos, el lema «No Hay Alternativa»?
Ayer los hombres
─los hombres, cuando menos, que “sí” amamos a las mujeres─ desempeñamos el
papel de meros acompañantes de la movida, desde un segundo plano que nos
resultó muy gratificante. Y escuchamos con atención este otro lema, repetido
por miles de gargantas ya no silenciadas, ya no anónimas: «Si nosotras paramos,
se para el mundo.»
Después de aquel 15
de Mayo, ha venido este 8 de Marzo para confirmar que estamos en el principio
de algo, que la historia no se ha acabado y el mundo no se va a parar, porque
las mujeres se están moviendo. Las dos fechas son hitos de un trayecto alternativo
común, plural y transversal, que no se deja capitalizar fácilmente por ninguna
sigla, tal vez por aquello que ha venido diciendo Arrimadas, de que su signo es
anticapitalista.
Lo importante es en
todo caso que se trata de hitos de apertura de una alternativa, que aparece allí
donde no había oficialmente ninguna. Que rasca donde nos decían que no había
nada que rascar.
Faltan aún, de seguro,
muchas etapas para completar ese trayecto ideal. Pero tenemos la esperanza muy sólida
de que llegarán más hitos, de que habrá otros 8M.