El filibusterismo
parlamentario se practica ahora desde la mismísima Mesa de la institución.
Roger Torrent, presidente del Parlament catalán, ha decidido aplazar sine die
la sesión de investidura del nuevo gobierno autónomo. Cabe recordar que no
tenemos gobierno autónomo desde la tocata y fuga de Puchi, allá en octubre
pasado, y que desde entonces vivimos en un interregno inquietante bajo la
tutela del 155; que hemos celebrado unas elecciones, que al parecer no han
servido para nada; y que ya ha pasado casi todo el invierno, pero seguimos en
hibernación institucional.
El argumento de
Torrent es que no hay permiso carcelario para que asista a la sesión de
investidura Jordi Sánchez, el candidato consensuado por los segundos partidos
más votados. Cabe recordar, sin embargo, que el consenso sobre Sánchez incluye
a algo menos de la mitad de la cámara (la CUP, cuyos cuatro votos harían falta
para redondear una mayoría justita, sigue plantada en la abstención).
Roger Torrent ha
decidido esperar el dictamen solicitado al Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo sobre la prisión de Sánchez. No hay ningún suspense en este asunto,
sin embargo. Se sabe sobre poco más o menos lo que va a contestar dicho
Tribunal. En sustancia, nada entre dos platos.
¿Hacían falta
alforjas para este viaje? Algunos ciudadanos han perdido ya la paciencia y los
modales. Ejemplo, un empresario alemán que apostrofó en el Círculo Ecuestre a
Torrent diciéndole que no solo Sánchez, sino el propio Torrent y muchos más
tendrían que ir a la cárcel por lo que están haciendo.
No comparto ese
punto de vista, los alemanes están demasiado acostumbrados a que las cosas funcionen.
Yo, como la mayoría de los catalanes, me esperaba la moción de Torrent.
Nosotros estamos acostumbrados a esperar las reacciones más peregrinas por
parte de nuestros representantes ya no sé si legítimos o legitimados, me hago
un lío con las palabras.
La vida es eso que
fluye sin sentir entre aplazamiento y aplazamiento de una investidura. John
Lennon dijo alguna vez una frase parecida, aunque no habló de investiduras
porque él era de Liverpool, no catalán. Jorge Cafrune cantó en Zamba de la esperanza: «El tiempo, que
va pasando, / como la vida no vuelve más.»
Han aplazado la
vida, y el peligro es que no vuelva más. Estamos sin autonomía, estamos sin
gobierno. Estamos también sin esperanza, pero en ese aspecto es importante
consignar que han salido a la calle a reclamarla las mujeres, los pensionistas…
Detrás de ellos se agolpan los precarios, los enfermos en lista de espera, los
dependientes, los escolares.
Las instituciones anuncian
huelga indefinida de brazos caídos (para nada huelgas “a la japonesa” como las insinuadas
por algunas jerarquías).
La vida está
aplazada sine die.